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El líder que cautivó al mundo con su sencillez y coherencia deja un legado de lucha, humanidad y compromiso político

José Mujica, expresidente de Uruguay, guerrillero tupamaro, prisionero político durante la dictadura militar, líder del Frente Amplio y referente mundial de la austeridad en el poder, ha fallecido a los 89 años. El anuncio lo hizo este martes el presidente Yamandú Orsi, quien compartió el mensaje final que Mujica había dejado meses atrás: “Hasta acá llegué”. Tras una vida entregada a la lucha social y política, y desgastado por un cáncer que primero afectó su esófago y luego su hígado, Mujica eligió despedirse sin victimismo, con dignidad y fidelidad a sus convicciones.

De guerrillero a símbolo global de la política ética

Nacido en 1935 en Paso de la Arena, en las afueras rurales de Montevideo, José Alberto Mujica Cordano fue hijo de una horticultora y de un pequeño estanciero. Desde muy joven se implicó en la lucha social, y en 1964 se integró al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, organización guerrillera de izquierda. Fue herido de bala, encarcelado y torturado por la dictadura. Pasó siete años confinado en aislamiento total, en condiciones inhumanas, que retrató la película La noche de 12 años.

Pero Mujica no emergió con odio, sino con una filosofía basada en la sobriedad, la tolerancia y el perdón. Su paso por la prisión moldeó su visión del mundo, como él mismo afirmaba: “No usé el poder para condenar a los milicos. Si voy a cobrar las que tengo para cobrar… Dios me libre”.

Presidente austero, hombre sencillo

En 2010 fue electo presidente de Uruguay con casi el 55% de los votos. Su estilo de vida —viviendo en una chacra, conduciendo un viejo escarabajo y rechazando privilegios— fascinó al mundo, que lo bautizó como “el presidente más pobre del mundo”, título que siempre rechazó con humor: “Pobres son los que necesitan mucho”.

Desde el poder impulsó reformas sociales pioneras en América Latina: legalizó el aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana, convirtiéndose en símbolo de una izquierda pragmática y moderna. Fue también ministro de Ganadería y senador, cargo que dejó en 2018 alegando “cansancio del largo viaje”.

Una vida compartida y un amor fiel

Su compañera en lo político y en la vida fue Lucía Topolansky, guerrillera y también senadora y vicepresidenta del país. Juntos compartieron la prisión, la lucha, la chacra y los ideales. “Si estoy vivo es porque está ella”, reconocía Mujica en sus últimos días.

El legado de una vida coherente

Mujica será recordado no solo por lo que hizo, sino por cómo lo hizo. Su forma de hablar —llana, directa, sin adornos— caló hondo dentro y fuera de Uruguay. Su coherencia entre palabra y acción, su humildad auténtica, y su rechazo a la ostentación, lo convirtieron en un referente moral internacional.

Decidió pasar sus últimos días en su chacra en Rincón del Cerro, rodeado de naturaleza, donde también descansan los restos de su perra Manuela. “Ya terminó mi ciclo. El guerrero tiene derecho a su descanso”, expresó en una de sus últimas declaraciones públicas.

Una despedida con sencillez y profundidad

“Los hombres no hacemos historia, hacemos historieta”, solía decir. Pero en su caso, la historieta se convirtió en historia viva, y su figura perdura como símbolo de resiliencia, ética política y esperanza humana. Eligió morir como vivió: con sobriedad, sin miedo y con los pies en la tierra.