Intentamos encontrar las vivencias, las piezas del puzzle de las vidas de los 55 fallecidos en Madrid por la pandemia entre marzo y abril y que fueron enterrados sin que nadie los reclamase. En casos muy concretos, como el de Juan no consta ni siquiera fecha de nacimiento en su lápida.
Precisamente si la mostramos es para que si alguien lo ha conocido pueda dar pistas sobre lo que fue su existencia. Se trata de reconstruir las vidas de los que estuvieron entre nosotros y cuyo final ha sido el ninguno querría, como si nunca hubieran dejado una huella a su alrededor.
Como señala Luis Miguel Gimeno, oficial del cementerio-sur de Madrid: «Nunca he vivido una situación como esta de enterrar en dos o tres días a casi 59 personas sin reclamar». Fue a finales de julio, pero tras hacerlo cuatro cuerpos fueron reclamados. Con lo que la cifra final se queda en 55.
Seguramente, como reconoce este experto profesional «en muchos casos algunos familiares suyos no sepan ni siquiera si ha muerto». De ahí la importancia en este caso de difundir alguna lápida del fallecido del que no se sabe absolutamente nada.
Algunos casos, sin embargo, hemos omitido los datos porque encontramos a gente con un pasado tormentoso. Pero también hemos llegado a algunas pocas como la anciana de 93 años que dicen bordaba magistralmente los capotes en oro de los toreros, con los que se hacía el paseíllo.
Quién sabe si viendo este reportaje encontramos algún capote suyo en algún los salones de algunas figuras del toreo. Sin embargo, hay muchas historias que se nos han quedado en el aire, como por ejemplo la de algún ingeniero aeronáutico, varios funcionarios, etc. pero la falta de colaboración de instituciones públicas y organismos, empresas y colegios por donde pasaron ha evitado que pudiésemos arañar unas líneas para recuperar la memoria de los que se han ido como si no hubiesen pasado entre nosotros.
Creemos que no han tenido el más mínimo interés por los que dejaron sus años de estudiantes o trabajo allí. En los casos en los que han devuelto la llamada la justificación es siempre la misma «no te puede ayudar por protección de datos«. Sin embargo aquí no cabe esa justificación ya que como señala el informe de la misma Agencia Española de Protección de Datos de 23 de mayo de 2003, en relación la STC 292/2000, de 30 de noviembre, estableció que «si el derecho fundamental a la protección de datos ha de ser considerado como el derecho del individuo a decidir sobre la posibilidad de que un tercero pueda conocer y tratar la información que le es propia, lo que se traduce en la prestación de su consentimiento al tratamiento, en el deber de ser informado y en el ejercicio por el afectado de sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición, es evidente que dicho derecho desaparece por la muerte de las personas, por lo que los tratamientos de datos de personas fallecidas no podrían considerarse comprendidos dentro del ámbito de aplicación de la Ley Orgánica 15/1999″.
Además, nuestro Código Civil establece en su artículo 13 «la personalidad civil se extingue por la muerte de las personas». La consecuencia es que se ha cerrado la última oportunidad para rescatar del olvido a aquellas personas que murieron en la más absoluta soledad o quien sabe sin que lo sepa algún familiar o amigo lejano.