el médico, precisamente, le recomendó reposo y tranquilidad. Se mudó a vivir a Ares para ello y es eso lo que no encontró, descanso», explica Juan Antonio Saneteban Díaz, abogado del afectado.
Contrataron a una empresa para que realizase las mediciones pertinentes y, efectivamente, se constató que se superaban los decibelios establecidos en horario nocturno, de once de la noche a siete de la mañana, por encima de los 39. Pero eso tampoco fue suficiente. El alcalde también tiró de leyes y aludió a una reciente en la que se cataloga el sonido de las campanas como bien inmaterial «por tanto, no está sujeto a la ley del ruido», comenta Julio Iglesias, edil de Ares.
El asunto ya está en los juzgados y la polémica en las calles. Los vecinos, que en su mayoría apoyan al alcalde, se apoyan en la historia del reloj para evitar el silencio de sus campanadas. «Lleva aquí desde 1906, yo vivo enfrente y no me molesta, igual estoy acostumbrada, pero me gusta», comenta una vecina de la plaza en la que se ubica la torre municipal. Otros, incluso, van más allá y anuncian que «si es necesario y nos quitan el reloj, saldremos en manifestación. El reloj tiene que seguir sonando».
Mientras, así lo hace, cada hora en punto e y media. El septuagenario afectado, que posee otra vivienda en una localidad cercana, ha abandonado el pueblo hasta el que asunto se resuelva en los juzgados.