La empresa de vajillas Duralex, con sede en La Chapelle-Saint-Mesmin en Loiret (Francia) y activa en el negocio desde 1945, ha sido puesta en quiebra el pasado miércoles por un tribunal comercial de Orleans. La icónica marca es reconocible por sus productos «irrompibles» de bajo coste que se podían encontrar en casi todos los hogares españoles hace algunas décadas.
La decisión ha sido tomada el pasado 23 de septiembre y está acompañada de un período de observación de seis meses. En un comunicado recogido por el diario francés Le Monde, la dirección de la empresa explicó que “se congelan las deudas de la empresa el día de la apertura del trámite. (…) Al finalizar el inventario de todos los créditos por parte de los representantes legales, la empresa podrá proponer un plan de recuperación por continuación”.
En cuanto a la situación en la que quedan sus 248 trabajadores, el presidente de Duralex, Antoine Ioannidès, ha asegurado que «siguen trabajando y cobrando». Los problemas que desencadenaron la quiebra vienen de un escaso flujo de caja tras la drástica reducción de producción experimentada en 2017 cuando sustituyeron su horno. Los productos de la marca son conocidos por ser forjados a 700 grados y luego enfriados de forma súbita, procedimiento que les da una resistencia especial.
“Hemos perdido cerca del 60% de nuestra facturación por el cese de las exportaciones, que representan el 80% de nuestra actividad”, lamentó el consejero delegado. Sin embargo, han asegurado que ya tienen varios compradores y que estudiarán todas las ofertas con detenimiento con el fin de encontrar la mejor solución.
La icónica vajilla de Duralex, en los tradicionales colores ámbar y verde, se podía encontrar en casi todos los hogares españoles después de que en 1945 la empresa pasase de fabricar lunas de vehículos a productos de cocina, debido a la resistencia que podían otorgar a los mismos.