La sencillez bien entendida puede ser la vía directa para dar con una propuesta gastronómica de alta calidad que emplea como base los sabores de la memoria y la tradición. En La Tana, una taberna familiar de la histórica ciudad de Granada, se desarrolla un tipo de arte culinario con olor a vino y productos sinceros e imperecederos.
El establecimiento se encuentra en el barrio de El Realejo, uno de los más atractivos de la ciudad. Las puertas de La Tana se abrieron en el año 1993 con una intención muy noble: dar a conocer los productos de la tierra y cómo tratarlos. El establecimiento conserva el olor de la historia, años de experiencia y botellas descorchadas que también aportan un toque a la ambientación del lugar.
Jesús y Luisa son los herederos de quienes inauguraron la taberna, sus padres. Los hermanos mantienen la misma filosofía que practicaban sus padres, ensalzar la cultura gastronómica de la ciudad a través de productos sencillos, tapas frías y preparaciones eternas. Propuestas que se pueden regar con una bodega que cuenta con casi 500 referencias.
Entre las distintas opciones destaca el fresco salmorejo con sardinas en salazón; las habitas con jamón o el platillo de melva canutera que se acompaña de pimientos asados y pepinillos. Los embutidos, patés y los quesos pueblan la carta, pero si destaca un tipo de fiambre es el jamón al corte. Los platos de este gran producto porcino se acompañan de un excelente pan de profundo aroma, el pan de Alfacar cocido en horno de leña.
La bodega se distribuye en 3 cavas climatizadas para mantener los caldos en condiciones óptimas. El gran número de etiquetas es un viaje por todas las denominaciones de origen nacionales, tanto las principales como las más desconocidas. Como no podría ser de otra forma, los vinos de Granada cuentan con un espacio reservado. La Tana es un gran lugar para aquellos que defienden y aman los vinos olorosos y los finos.
Bocados como el lomo a la sal con tomate seco, el paté casero con miel de caña y fresa, el esturión con tomate, los pimientos asados o la morcilla con piñones de Jaén cobran otra dimensión en la barra del establecimiento. La barra es el lugar en el que la acción fluye y la comunión entre aquellos que vienen a disfrutar de una gastronomía universal se da. El restaurante sigue la estética característica de las tabernas andaluzas: maderas, materiales rústicos, ladrillo, azulejos y botellas repartidas a lo largo de la estancia. Una atmósfera de la que prenderse y a la que volver reiteradamente.