‘Bio’, la emotiva canción de Alejandro Sanz donde muestra su lado más personal

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Alejandro Sanz sorprenda con sus nuevos temas, no es algo nuevo. Tampoco lo es que a muchos se les erice la piel al ritmo de sus acordes. Lo que sí ha sido toda una sorpresa es la emotiva forma en la que el artista ha querido abrirse en canal a sus oyentes para contarles quién es él y de dónde viene. Su ‘yo’ más profunda y sincero. Lo ha hecho a través de ‘Bio’, su nueva canción. Ya se puede escuchar en todas las plataformas digitales, y a tan solo un clic del ordenador o del móvil, Alejandro Sanz nos introduce en el arranque de lo que promete ser un álbum de lo más personal.

La canción es, prácticamente, poesía. Rap para otros. Sea como fuere, más declamada que cantada, se acompaña de unos sencillos acordes que trasladan al que lo escucha a un mundo muy íntimo. El de Alejandro. Sus treinta años como cantante. Los momentos de la infancia y adolescencia que le marcaron para llegar hasta donde ha llegado. Nos habla de sus padres- María y Jesús, de sus amigos, del colegio dónde admite haberse sentido el «rarito» de la clase.

Y, sobre todo, habla de la música. La musa a la que rinde culturo y que un día le salvó.

Alejandro en 4 minutos muy íntimos

De pequeño «siempre fui introvertido, tenía miedo, estaba ido, me gustaba la poesía, el flamenco y mi bujío», admite. Algo que le hizo no tener «muchos amigos» y asegura que «no era por mirarme el ombligo» sino «porque me atraía más que lo de fuera lo que tenía dentro metido».

Sigue contándonos que «jugaba a veces en el barrio por no parecer extraño, pero no encajaba bien con los malos que mandaban en el extrarradio». Pero aún así, él siempre se vio «rarito». Para no darlo a entender, el pequeño Sanz quiso jugar a «ser el más vacilón» y que en la escuela se hizo «el malo creyendo que así no le darían más palos», algo que no le sirvió de mucho porque admite que después «me los llevé en la calle y en el corazón y en los rellanos».

En un ya visible Alejandro emocionado, continúa hablando de su familia. De como su padre tocaba en un grupo mientras su madre «luchaba en la casa, cuántas veces la vi luchando porque perdía la batalla, y cuando estallaba su impotencia se me clavaba en el alma». Aclara, por si caben dudas, «no me malentiendan, mi madre fue salvavidas y mi padre, aunque faltaba, también peleaba la vida».

El regalo que le hizo la vida

Reconoce que pasaron malos tiempos, pero que salieron de todo. Fue entonces cuando, reconoce que «la vida se fijó en mí y empecé a pensar en grande, a soñar». Y así admite: y admite que «sabía que la música era lo que me sacaría del lodo».

Los últimos versos se los dedica a ellos, a los que hicieron posible que su vida girase en torno a sus partituras. Esa «gente que no conocía», ese regalo que la vida le hizo.

«Y ese soy yo, resumiendo, desde que tengo razón. No intento engañar a nadie sino escribir mi canción». Y justo antes de acabar, regresa a la voz más significativa de Alejandro. Su canto rasgado que conocen en España, en el Paseo de la Fama en Hollywood y hasta en Tokio. «Ahora que es todo apariencia valoro en su justa medida lo auténtico de tu presencia en el albor de mi vida», concluye.