Del interior del fruto del avellano surge una de las semillas más golosas y nutritivas que existen en la naturaleza, la avellana. Ya sea en helado, pasteles, ensaladas o hasta en desayunos con fruta y leche, este fruto seco realza cualquier antojo.
¿Qué es?
Aunque son conocidas como frutos secos, técnicamente las avellanas son semillas. Surgen del avellano común, árbol de hasta 15 metros de altura capaz de crecer en distintas latitudes del mundo, como China, Italia, España, Argentina, Austria o Chile.
Se dice que su origen es Asia Menor, donde las personas que vivieron durante el periodo neolítico las inmortalizaron con pinturas rupestres en cuevas. Sin embargo, fue la civilización griega la que se encargó se generalizar su consumo en Europa, y a partir de ahí viajaron al resto del mundo.
De esta planta se aprovecha todo: sus cáscaras sirven como combustible o como material de artesanía, mientras que las hojas son empleadas habitualmente como alimento para ganado. Sin embargo, lo más apreciado del avellano son sus semillas ricas en grasas buenas, proteína y diversos minerales y vitaminas.
Propiedades y beneficios
Las avellanas tienen grandes cantidades de vitamina E, C y K, compuestos que pueden ayudar a conservar la salud del sistema cardiovascular e inmunológico, o ser un factor más para prevenir el envejecimiento. Igualmente son ricas en nutrientes del complejo B, que preservan las funciones visuales y de agudeza mental.
Tienen abundante ácido oleico y linoleico, grasas saludables que –con moderación- pueden ayudar a reducir los niveles de colesterol LDL, es decir el malo. Por lo tanto, las avellanas son aliadas perfectas frente a la diabetes y las enfermedades coronarias. También dan energía al cuerpo, de ahí que sea recomendable comerlas antes de hacer ejercicio.
A la par, aportan proteínas y minerales como calcio, fósforo, magnesio, zinc y potasio, esenciales para mantener huesos y músculos saludables. Todo eso mientras aportan fibra que regula la función intestinal. Eso sí, a pesar de estar colmadas de beneficios, la recomendación es solamente comer de 20 a 25 gramos al día de avellanas, ya que consumirlas en exceso puede provocar considerables aumentos de peso.
¿Cómo comerlas?
La avellana es sumamente versátil y aunque puede disfrutarse como snack, fresca o tostada, la recomendación es experimentar con ella en la cocina. Allá por 1806, en Turín, Italia, surgió una de las preparaciones más entrañables con este fruto seco: la gianduja, más conocida hoy en día por algunos nombres comerciales. Esta pasta cremosa de avellanas tostadas y trituradas, mezcladas con cacao, leche y azúcar, es ideal para colocar dentro de tartas y crepes, pero también para untarla sobre un pan tostado para la merienda.
Son reinas en los postres, e incluso se usan en recetas de turrones, helados, pasteles, bizcochos y mazapanes. Sin embargo, gracias a su delicado sabor dulzón y textura crujiente, también realzan ensaladas, especialmente las que contienen ingredientes con sabores amargos o pungentes, como berros, endibias y rúcula o quesos intensos. A este tipo de recetas habrá que agregarlas ligeramente tostadas para que su sabor se potencie aún más. Es importante decir que el aceite de avellana no es recomendable para cocinar, pero sí como aliño en vinagretas.
¿Cómo conservarlas?
De encontrarlas con cáscara, habrá que revisar que tengan un aspecto limpio y brillante antes de guardarlas en un frasco hermético que las proteja de la luz, la humedad y el calor. De esta manera pueden conservarse durante meses.
Ahora bien, si se trata de avellanas crudas y peladas, es mejor almacenarlas en un tarro de vidrio con tapa. Estas habrá que consumirlas rápidamente, para poder disfrutar de todas sus propiedades nutritivas y organolépticas. Conviene tostarlas a baja temperatura en el horno y durante poco tiempo para no estropearlas.