No es novedoso ni audaz ni detallado, apenas un compendio de obviedades y sus posturas mil veces escuchadas sobre la guerra, pero subraya el papel chino como mediador. La relevancia del plan chino de paz para el conflicto de Ucrania, revelado en su primer aniversario, dependerá del compromiso ruso. La reciente reunión en Moscú del alto diplomático chino, Wang Yi, con el presidente ruso, Vladímir Putin, sugiere a los más optimistas un plan pactado que podría acercar ese conjunto de vacuas generalidades a una hoja de ruta.
El respeto a la soberanía de todos los países encabeza el plan. La interpretación estricta sugiere la salida de las tropas rusas de Ucrania pero China, en otro ejemplo de sus malabarismos diplomáticos, se ha cansado de pedir lo primero durante un año sin mencionar lo segundo.
El documento del Ministerio de Exteriores exige el fin de los combates y el inicio de las negociaciones sin concretar ningún calendario ni condición previa. Aparecen oblicuas críticas a Washington en los puntos que piden el fin de la mentalidad de la guerra fría o aclaran que un país no puede perseguir su seguridad a expensas de las ajenas. Pekín coincide con Moscú en culpar del desastre ucraniano a una atosigante presencia de la OTAN en el patio trasero ruso que se parece mucho a la que sufre China en el Pacífico.
FIN DE LAS SANCIONES
También pide el escrito el final de cualquier sanción al margen del Consejo de Seguridad de la ONU. En la práctica, debido al derecho de veto ruso en el órgano, equivale al levantamiento de todas. «Las sanciones unilaterales y la presión extrema no solo no resolverán los problemas, sino que crearán otros nuevos. Los países relevantes deben dejar de abusar de las sanciones unilaterales y desempeñar un papel en el enfriamiento de la crisis», reza el documento.
En el capítulo de advertencias a Moscú, además del respeto debido a la soberanía ucraniana, figura el rechazo al uso de las armas nucleares con el que Putin ha coqueteado. Tampoco es nuevo: ya lo dijo el presidente, Xi Jinping, durante una reciente visita a Pekín de su homólogo alemán, Olaf Scholz. El recordatorio llega apenas unos días después de que Putin se desvinculara del último tratado de control de armas nucleares con Estados Unidos.
El plan chino difícilmente contentará a todos y queda muy lejos de las expectativas que había despertado Wang al anunciarlo como la vía directa hacia «un acuerdo político» en la reciente Cumbre de Seguridad de Múnich. Pero, asumidas sus carencias, es el primero que aparece tras un año de guerra y llega de un país con peso y excelentes relaciones con Moscú y Kiev.
Pekín fue señalada desde el inicio del conflicto como única mediadora posible pero Moscú y Washington han frustrado las esperanzas. La primera descarta el diálogo mientras no haya consolidado las posiciones en el campo de batalla que aumentarán su fuerza en la mesa de negociaciones. Y la segunda se ha esforzado en negar la neutralidad china con tercos anuncios de inminentes envíos de armas a Rusia que nunca llegan. China busca con su plan un rol de luchadora por la paz frente a las intenciones de prorrogarla que le atribuye a Estados Unidos citando sus masivas ventas de armas y gas a Europa.