6.000 vacas de leche han sido sacrificadas en un año por la baja rentabilidad y pérdidas inasumibles

ganado vaca leche
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Escasa o nula rentabilidad pero, sobre todo, pérdidas inasumibles. Con este panorama que afrontan desde hace años las explotaciones de leche son cada vez más los ganaderos que abandonan la producción y se pasan al vacuno de carne. A ese fenómeno que arrancó en 2018, se suma el sacrificio de reses por el alza de precios que hace imposible a los productores de leche asumir las facturas y por el imparable cierre de granjas debido a la falta de relevo generacional. El punto de inflexión para el sector en Galicia fue noviembre de 2021. Ahogados por el aumento de los precios de la luz, los piensos, el combustible y los abonos, los ganaderos se vieron obligados a sacrificar animales, adelantando en seis u ocho meses el envío de sus reses al matadero. De matar una media de 500 o 300 vacas de leche cada mes en las explotaciones lácteas de la comunidad, se rozaron las 2.700 en noviembre pasado, casi el triple que las casi mil sacrificadas en octubre y muy por encima del balance de otros meses en los que fueron apenas una decena de reses o que incluso el censo permaneció inalterable. En el último año, pasaron por el matadero en Galicia más de 9.300 vacas de leche, según estadísticas oficiales facilitadas por Unións Agrarias (UUAA), de las que entre un 60% y un 70% —entre 5.600 y 6.500— fueron sacrificadas antes de tiempo por el aumento de los costes de producción y el cerrojazo de explotaciones. Solo en lo que va de año, se mataron casi 5.000 vacas de leche en la comunidad, más de 3.000 por la imposibilidad de asumir los gastos que acarreaban en unas explotaciones que ya desde años arrastraban unas cuentas en números rojos.

El cada vez más reducido censo de vacas de leche por el alza de precios, la sequía y el cierre de explotaciones, un fenómeno que afecta a todos los países productores, ha provocado un descenso en la producción —casi un 4% en España en el último año y un 0,4% en Galicia, según destaca el secretario xeral de UUAA, Roberto García—. “Esta caída ha tensionado el mercado, con un alza de los precios, pero no hay riesgo de desabastecimiento”, apunta García.

Las reses sacrificadas fueron sustituidas a su vez por novillas, unas reses que en su mayoría proceden de la propia explotación. “Si hasta ahora se reservaba entre un 20 y un 30% para reposición, el porcentaje ahora tendrá que ser superior”, detalla Óscar Pose, responsable del Sector Lácteo de UUAA, al tiempo que advierte de la escasez de ganado joven en el mercado, incluso en el internacional.

Si entre enero y agosto de este año el censo de vacas de leche en la comunidad gallega cayó en 5.625 cabezas, el número de novillas de reposición fueron 5.384, una cifra ligeramente superior y que dista mucho de lo ocurrido en el conjunto del país: con 36.214 cabezas menos y apenas 5.700 reses repuestas, según datos facilitados por el sindicato agrario.

En la actualidad, las explotaciones lácteas de la comunidad no llegan a 321.000 vacas, casi 8.000 menos que en octubre del año pasado y casi 1.800 menos que el mes pasado.

La caída del censo de vacas de leche por el alza de precios, la sequía y el cierre de explotaciones ha provocado un descenso en la producción a nivel mundial, no solo en las granjas gallegas.

Pero el mercado tardará un tiempo en recuperarse ya que estas novillas tardarán unos dos años en producir leche. Ahora bien, sus costes de mantenimiento —menos gastos en alimentación y eliminación de la factura de la luz de las máquinas de ordeño para este ganado joven— están muy por debajo de lo que supone una vaca adulta: al menos un 70% menos. Esto permitirá a los productores capear la crisis ahora que empiezan a subir los precios en origen. En las granjas de mayor tamaño se perciben en torno a 60 céntimos por litro, pero las pequeñas y medianas o cobran por debajo de costes o están al límite y aún no logran beneficio alguno. “Entre un 60 y un 70% de las explotaciones no cubren gastos”, lamenta Pose.

La situación a corto plazo no variará. “Aquí, como en el resto de países hay una reducción de la producción que —detalla Pose— tensiona el mercado y provoca un alza de los precios. No hay posibilidad de comprar animales, no los hay en el mercado, se han sacrificado, y eso impedirá que hay aun aumento de producción”. “Hay que esperar un tiempo para que se recupere la normalidad”, reconoce Roberto García.