Retomamos nuestra ruta por el Camino Francés a Santiago partiendo hoy desde Sarria. Atravesamos a Ponte da Áspera y nada más arrancar nos encontramos con Francis, un holandés de sonrisa amable bien pertrechado con su mochila de peregrino y unas botas a las que se les notan los kilómetros.
Más de la mitad de las personas que hacen el Camino de Santiago son extranjeras. Alemanes, franceses, ingleses, portugueses… Ciudadanos de todo el mundo llegan hasta aquí cada año para abrazar al Apóstol.
Francis decidió darle una vuelta a su vida y lanzarse a la aventura en soledad. «Necesitaba un respirar de los problemas y de todo», asegura. Después de ver la película de Martin Sheen supo que ésta era la manera de hacer ese pequeño alto en su ajetreado día a día. «Tras ver The Way supe que quería vivir esto y está siendo increíble». No le avergüenza decir que ha llorado en más d e una ocasión, y que lo está viviendo con gran intensidad.
El valor de la Compostela
Lo mismo le pasa a Bárbara. Ella viene desde Alemania tras tomarse un año sabático. Entre risas nos cuenta que lo mejor ha sido ver el orgullo de su familia al saber que está haciendo esto sola. Aunque esa palabra pierda sentido para ella, que ha cumplido los 30 años en el Camino y que no deja de conocer gente: «Cada día es una aventura nueva y no sabes dónde vas a parar ese día».
Desde Sarria quedan poco más de 100 kilómetros hasta llegar a Santiago, y por ello es el lugar elegido por muchos para iniciar la ruta, ya que son los kilómetros mínimos requeridos para conseguir la Compostela.
Para muchos, este documento acreditativo de haber completado el Camino es el pasaporte más valioso, el recuerdo más entrañable y la prueba más clara del resultado del esfuerzo, día a día, paso a paso, por llegar al final.
Aquí, en Sarria, muchos comienzan pero muchos otros entran en su tramo final. Quedan aún cuatro etapas para entrar en el Obradoiro, pero en los más de 700 kilómetros que arrastran algunos, lo que queda es casi un paseo.