Un referéndum entre los vecinos del pequeño pueblo granadino de Los Villares determinó que sus límites estarían libres de antenas de telefonía móvil. Eran otros tiempos y quizás pensaron que iban a acarrear más problemas que beneficios. Hoy, esa decisión que hace 14 años se tomó por tan solo un voto de diferencia, amenaza su propia existencia.
Sus apenas 100 habitantes son conscientes: hoy en día no se puede vivir incomunicado. Al menos si se busca atraer o, cuanto menos, mantener a los que todavía quedan. Si ya de por sí es complicado retener a la población en el mundo rural de la España vaciada, imagínense si además sumamos el lastre de la conectividad. O, en este caso, el de la ausencia de ella.
El problema es que casi cinco lustros después de aquella histórica decisión democrática y una auténtica revolución tecnológica mediante, Los Villares se encuentran en un callejón sin salida. Ninguna compañía quiere hacerse cargo de la instalación de la antena por la escasa rentabilidad económica que obtendría.
Una cuestión de Estado
El lamento es generalizado en esta pedanía de Granada. «Antes venía más gente. Los que vienen están pocos días y luego se van», relatan varias vecinas a las cámaras de Antena 3 Noticias. Los que aquí viven se apañan como pueden. Unos optan por tirar del vecino, del pueblo de al lado en este caso, para conseguir alguna ansiada rayita de cobertura en sus móviles. Otros, recurren a las socorridas soluciones clásicas: el teléfono fijo.
Y es que las necesidades cotidianas no se detienen. Fijar una cita médica, completar un trámite administrativo, la posibilidad de teletrabajar, todo se choca con la misma barrera. También si uno quiere mandar un Whastsapp a un familiar, mirar las fotos de sus amigos en Instagram, subir un vídeo a Tik Tok o conectar con una retransmisión en directo en Twitch.
Lo que comenzó en 2007 como un golpe de rebeldía se ha convertido con el paso de los años en una cuestión de Estado en Los Villares: su supervivencia está en juego.