PUERTOLLANO
PUERTOLLANO

La política local de Puertollano ha vivido una nueva jornada de intercambio dialéctico entre los dos principales grupos municipales, PSOE y PP, a raíz de los recientes anuncios de actuaciones urbanas emitidas por el equipo de gobierno, como el asfaltado de calles o la mejora de los parques infantiles. Ambos partidos coinciden, al menos, en una idea clave: invertir en la ciudad es una buena noticia, aunque discrepan profundamente en el relato sobre quién impulsa, ejecuta y capitaliza esas inversiones.

PSOE: “El alcalde se hace la foto con el dinero que pone la Junta”

Desde el Grupo Municipal Socialista se ha lanzado una crítica directa al alcalde de la ciudad, Miguel Ángel Ruiz (PP), a quien acusan de “hacerse la foto” gracias al apoyo financiero del Gobierno de Castilla-La Mancha presidido por Emiliano García-Page.

Los socialistas recuerdan que fue su grupo el que planteó la necesidad de realizar inversiones básicas durante el último pleno, cuando el equipo de gobierno destinó cuatro millones de euros a amortizar deuda. Según el PSOE, es ahora cuando el alcalde “reacciona” y recurre a una modificación de crédito para ejecutar obras de mantenimiento y asfaltado “con fondos que llegan de la Junta”.

Con ironía, el PSOE considera que el regidor ha estado “con la venda puesta sin herida” y que ha necesitado “la visita del presidente regional para despertar”. Aun así, reconocen que toda inversión es positiva, aunque subrayan que “hacer caso a las demandas ciudadanas debería ser una constante, no una reacción puntual”.

PP: “Gracias por recordarnos lo que ellos olvidaron cuando gobernaban”

Desde el equipo de gobierno del PP, la respuesta no se ha hecho esperar. En un comunicado cargado de tono sarcástico, agradecen al PSOE que ahora “recuerde lo que necesita la ciudad”, un ejercicio de memoria que califican como “selectiva”.

Reivindican que son ellos quienes están ejecutando las inversiones después de “años de parálisis” bajo los gobiernos socialistas. Y sobre la afirmación de que Page pone el dinero, admiten sin complejos: “¡Bendito sea! Pero no se olviden de que quien ejecuta y planifica somos nosotros”.

En cuanto a las modificaciones de crédito, defienden su uso como herramienta legítima de gestión. “Si hay que reorganizar partidas para mejorar calles y parques, se hace. Lo que no haremos es dejar los fondos en un cajón como antes”.

También critican que el PSOE actúe ahora como “buzón viviente” de quejas ciudadanas, pero sin capacidad resolutiva. Y lanzan una frase con carga política: “Nos va muy bien desde que no gobiernan”, defendiendo su gestión como una etapa de recuperación y acción frente a lo que consideran un pasado de inacción.

El fondo del debate: ¿de quién es el mérito?

Ambos grupos se enzarzan en una batalla por el relato de la eficacia. Mientras los socialistas insisten en que la financiación llega gracias al compromiso regional, el PP subraya que la ejecución y puesta en marcha de los proyectos depende del gobierno local. La ciudadanía, en medio, observa cómo los servicios se renuevan mientras los partidos se disputan la autoría del mérito.

Este intercambio, más allá de las formas, refleja un aspecto estructural de la política municipal: la interdependencia entre administraciones y la pugna constante por la visibilidad política de los logros. En este caso, el foco está puesto sobre actuaciones urbanas de mantenimiento y mejora, reclamadas desde hace tiempo por los vecinos y que ahora se materializan.

Una oposición vigilante y un gobierno reivindicativo

El PSOE insiste en que seguirá trasladando las peticiones vecinales a los plenos, manteniendo una labor fiscalizadora. Por su parte, el PP se reivindica como un gobierno “que ejecuta, prioriza y ordena”, en contraposición a lo que consideran una etapa anterior de “abandono institucional”.

Ambos coinciden en que la ciudad necesita inversión, pero no en quién se merece el mérito. En este pulso por el relato, el protagonismo del presidente García-Page ha sido también un punto de fricción: para el PSOE, actor clave; para el PP, un aliado bienvenido, pero secundario frente a la gestión directa.