Las altas temperaturas que sufrió España este verano causaron más de 12.000 muertes entre junio y agosto, de las que más de 5.300 se produjeron por efectos del calor extremo. Este nuevo cálculo revela que los fallecimientos asociados al calor fueron muchos más numerosos de los que inicialmente estimó el Ministerio de Sanidad y ratifica que las altas temperaturas pueden explicar más de la mitad del exceso de muertes que se produjeron en esa época.
Se trata del número de muertes asociadas a las altas temperaturas más elevado de los últimos años y la razón está en la sucesión de olas de calor que han afectado a España durante los meses estivales. Así lo concluyen un grupo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad de Valencia y el Consorcio Español para la Investigación en Epidemiología y Salud Pública (Ciberesp), que, con un nuevo modelo de atribución de muertes, han conseguido analizar más a fondo el fenómeno de mortalidad que se produjo entre junio y agosto.
LA MITAD DEL VERANO, BAJO OLAS DE CALOR
Según los datos recopilados por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), los meses estivales se saldaron con un total de 42 jornadas (prácticamente, la mitad de los días de verano) bajo situación de ola de calor.
Esos 42 días multiplican por 7 el promedio de jornadas con ola de calor que se han venido registrando entre 1981 y 2010, cuando hubo 6 días de media, y triplican el promedio de la última década, de 2011 a 2020, con 14 días de media. Hasta ahora, el récord lo tenía el año 2015, con 29 días de ola de calor. El verano de 2022 se convirtió en el más caluroso de España desde los años 60.
Durante esos meses, los registros del sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (MoMo), del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), detectaron un exceso de mortalidad de 21.471 personas, de las que 4.663 fueron asociadas al calor, sin distinguir entre temperaturas moderadas y extremas. Con este nuevo modelo, el grupo ha estimado que fueron en realidad 12.054 el total de fallecimientos asociados al calor, de los que 5.316 se debieron a los días en los que las temperaturas se elevaron por encima de los 26,5ºC y, por tanto, se consideraron extremas.
Las muertes derivadas de un calor moderado fueron 1.798 en junio, 2.588 en julio y 2.356 en agosto. En junio, se superó el límite de 26,5ºC en cinco días consecutivos, causando 706 muertes. En junio y agosto, sin embargo, los días afectados por calor intenso fueron muchos más, concretamente dos semanas en sendos meses. En junio las altas temperaturas arrasaron el país del 10 al 25 de julio y, apenas una semana más tarde, volvieron a hacerlo en una nueva ola de calor que duró desde el 31 de julio al 13 de agosto. Estos largos periodos de temperaturas extremas provocaron 3.204 muertes en julio y 1.406 en agosto.
“La diferencia entre julio y el resto de meses es mayor, porque en ese periodo la ola de calor se extendió por todo el país”, explica Dominic Royé, geógrafo físico de la Fundación para la Investigación del Clima (FIC) y firmante del estudio.
La comparativa con otros años muestra, además, que el calor extremo ha matado cinco veces más que en años anteriores. En 2020 o 2021, los fallecimientos por calor extremo apenas llegaban a 1.000 personas. Además, “existe una tendencia a la desigualdad, de tal forma que son las personas más vulnerables y con menos recursos las que tienen más probabilidad de morir por el calor extremo”.
MÁS MUERTOS DE LOS CALCULADOS POR EL MINISTERIO
Con estos nuevos datos, el calor explica más de la mitad del exceso de muertes que se produjo durante este verano. Bastante más que el 20% que estima el organismo dependiente del Ministerio de Sanidad. Para el investigador, las diferencias con los datos oficiales se explican por una “desactualización” de los métodos de medición por parte del ISCIII. De hecho, ya son varios los expertos que han abogado por cambiar la forma en la que se miden los excesos de mortalidad atribuibles a la temperatura en los informes oficiales.
Royé insiste en que estos datos deben abrir los ojos a la población, para entender que el calor es un grave peligro, a la altura -o incluso por encima- del frío extremo. “Cuando hablamos de mortalidad no solo nos referimos al golpe de calor, que es la atribución más clásica; la peor parte de estas muertes está relacionada con las enfermedades cardiovasculares y respiratorias”, insiste.
No en vano, otros estudios, como el publicado por la Asociación Americana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés), ha establecido una relación directa entre el calor extremo y el mayor riesgo de morir por una enfermedad cardiovascular.
SE VOLVERÁ A REPETIR
Esta situación, lejos de ser puntual, puede volver a repetirse en un futuro no muy lejano. De acuerdo con el sexto informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), las olas de calor extraordinarias que ha sufrido el entorno peninsular este año pueden convertirse en situaciones usuales.
España es uno de los países más afectados por el incremento de temperaturas debido al cambio climático y, a día de hoy, ya se sabe que una de cada 3 muertes por calor están relacionadas con el calentamiento global.
Pero no todo está perdido. Aún hay tiempo para adaptarnos o mitigar los impactos de esta nueva amenaza. Por un lado, los investigadores apuesta por cambiar los hábitos. “Si hace mucho calor, lo lógico será proteger a quienes trabajan al aire libre modificando sus horarios o adaptando el puesto de trabajo”, insiste.
A nivel colectivo, Royé también apuesta por crear en las ciudades “refugios climáticos”, por ejemplo en centros comerciales, que permitan a toda la población acceder a unas temperaturas más saludables. Otras posibilidades son las zonas verdes. “Cuando se aumenta un 20% las zonas verdes en las ciudades, el calor se reduce en un 9%”, explica Royé, que insiste que, aunque no hay una relación causal, sí que existe una “probable causalidad” entre ambos fenómenos.