China impide la entrada a dos miembros del equipo investigador de la OMS por dar positivo en anticuerpos Covid-19 durante las pruebas de serología en sangre
Decenas de personas con maletas aguardan una fila dando la espalda a una tienda de móviles cerrada en Shijiazhuang, capital de la provincia china de Hebei, limítrofe con Pekín. Todas ellas están esperando a que varios autobuses las vayan a recoger. No se van de vacaciones, sino a un centro habilitado por las autoridades locales para pasar una cuarentena. La misma escena de los autobuses se lleva repitiendo toda la semana. Porque en Hebei, según los comunicados oficiales, están en modo de guerra.
Es el término utilizado por las autoridades sanitarias de China para avisar a los ciudadanos de que hay un nuevo brote de coronavirus, que van a comenzar los confinamientos y las pruebas PCR masivas. Shijiazhuang lleva cerrada desde la semana pasada. Más de 500 nuevos contagios, relacionados en su origen con una boda en un pueblo cercano, tuvieron la culpa de que 11 millones de personas tuvieran que encerrarse en sus casas. Además, a las afueras de la ciudad, se está construyendo un «centro de aislamiento» para dar cobijo a alrededor de 3.000 personas en contacto con los positivos.
A lo largo de estos últimos días, la situación vírica ha empeorado y más ciudades se han cerrado: Xingtai y Langfang en Hebei; el distrito de Sunyi, al norte de Pekín; pueblos de Heilongjiang, una provincia al noreste, en la frontera con Rusia, donde ninguno de sus casi 40 millones de habitantes puede salir a otra provincia. En total, en China, confinadas en sus casas, ya están más de 22 millones de personas. Un número que duplica el primer confinamiento que hubo por el coronavirus, el 23 de enero de 2020 en su epicentro, Wuhan.
Este jueves, además, se han reportado 138 nuevos contagios, el mayor número de casos en un día desde hace 10 meses. El último dato destacado es seguramente el más revelador de cómo ha estado de controlada la situación en China y para entender la alarma actual: hoy ha muerto una persona por la Covid-19. Es la número 4.635 en China, según las cifras oficiales. Habría que retroceder hasta el pasado 17 de mayo para encontrar al último muerto por coronavirus en un país con más de 1.400 millones de habitantes.
En comparación con la devastadora situación pandémica en la mayoría de países, estos datos no parecen alarmantes. Pero la realidad es que, desde el brote inicial de Wuhan hace un año, en China no se reportaban tantos contagios. Que se pueda extender de nuevo el coronavirus por el gigante asiático es lo que teme el Partido Comunista, lo que supondría tumbar las exitosas medidas y paralizar una economía que es la única que crece entre todas las potencias mundiales. Pero, lo que más preocupa, como ocurrió el año pasado, es que el repunte coincide con las semanas previas al mayor desplazamiento de personas por las fiestas más importantes para los chinos, su Año Nuevo.
EL AÑO DEL BUEY
Con la segunda luna después del solsticio de invierno llega la conocida como Fiesta de la Primavera, que comenzará el 12 de febrero. Este, según el zodiaco chino, será el año del buey. Los augurios de los astrólogos son, en general, buenos. Pero en el fatídico 2020, donde la rata de metal fue la protagonista de la fiesta, también lo eran, prometiendo estabilidad y dinero.
En China, hace un año, nadie esperaba que en su festividad más importante se colara una extraña neumonía -así la llamaban las autoridades aquellos días- que salió de la séptima ciudad más grande del país. El coronavirus se empezó a extender en el peor momento posible. Era la víspera del Año Nuevo chino y se esperaban 3.000 millones de desplazamientos.
Además, el origen estaba en Wuhan, una moderna urbe con 60 rutas aéreas que conectan con otros países, incluidos vuelos directos a Nueva York, Sídney, París y Londres, así como más de 100 conexiones internas. El 23 de enero, las autoridades cerraron Wuhan, 48 horas antes del comienzo de las vacaciones y reuniones familiares. Pero los viajes ya habían comenzado y los contagios habían llegado hasta Tailandia, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos.
Los cierres de fronteras, ciudades, estrictas cuarentenas y PCR masivas, acompañadas de la responsabilidad ciudadana, fueron suficientes para que China controlara la pandemia apenas cuatro meses después del primer brote de Wuhan. La vieja normalidad estaba prácticamente de vuelta. En navidades, llegó el primer pequeño susto por un rebrote de poco más de una decena de casos en un distrito de Pekín y una treintena en la provincia nororiental de Liaoning. La capital llevaba más de tres meses sin contagios. Se cerraron los barrios donde se habían encontrado los casos y se realizaron pruebas a todos los vecinos.
Un temor algo más grande llegó al comienzo de 2021, cuando el foco se situó en Hebei, donde este jueves se ha informado de 81 nuevos contagios. A medida que se acercan las fiestas del Año Nuevo chino, el Gobierno ha establecido un grupo de trabajo presidido por el ministro de Transportes, Li Xiaopeng, y formado por expertos del Ministerio de Seguridad Pública, la Administración Nacional de Ferrocarriles y la Administración de Aviación Civil de China.
Según el Ministerio de Transportes, sólo en tren, se esperan alrededor de 407 millones de viajes entre el 28 de enero y el 8 de marzo. Las autoridades llevan días recomendando a los ciudadanos que no viajen en esas fechas festivas. Una recomendación que se ha convertido en algo obligatorio para los funcionarios públicos que trabajan en Pekín y para las familias que tienen hijos en los colegios de la capital.
Otros ciudadanos de Pekín ya han cancelado sus viajes previstos para sus vacaciones de siete días en febrero porque en sus provincias les obligan a hacer una cuarentena de dos semanas al llegar. En el centro político, pese a no haber un repunte preocupante de contagios, los controles son siempre más estrictos. Por ejemplo: después de que un taxista dio positivo el fin de semana, las autoridades rastrearon en menos de 24 horas a 144 pasajeros. A todos los hicieron PCR y los aislaron en sus domicilios. Ahora cualquiera que se suba a un taxi o Didi (el Uber chino) en Pekín, tiene que escanear con su móvil el código QR de la aplicación de salud desde su teléfono, lo que ayuda a las autoridades a rastrearlo rápidamente.
A la par de estos nuevos brotes que aumenta la alarma por una posible segunda ola de contagios, el país está sumergido en plena campaña de vacunación masiva. El 31 de diciembre se aprobó la vacuna producida por la farmacéutica estatal Sinopharm, con una tasa de eficacia del 79%, inferior a otras vacunas ya aprobadas como las de Moderna y Pfizer-BioNTech (95%). Hasta ahora, más de 10 millones de personas ya han recibido las dosis. Según las autoridades, el objetivo es que 50 millones de personas estén vacunadas antes de las vacaciones del Año Nuevo chino.
CHINA PROHÍBE LA ENTRADA A LA OMS
Además de los nuevos brotes, la otra noticia del día en China ha sido que, después de muchos meses de espera y de que 122 países solicitaran una investigación internacional e independiente sobre el origen del coronavirus, este jueves por la mañana, un equipo de investigadores de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha aterrizado en Wuhan. En principio, era un equipo de 10 virólogos, epidemiólogos, veterinarios y expertos en seguridad alimentaria los que iban a rastrear, durante al menos cinco semanas, el origen y la fuente zoonótica (animal) del SARS-CoV-2. Sin embargo, según ha informado Reuters, China no ha dejado entrar a dos miembros de equipo, que llevaban días esperando en Singapur los permisos para viajar. El motivo: han dado positivo en anticuerpos Covid-19 durante las pruebas de serología en sangre.
No es la primera vez que las autoridades chinas no dejan entrar en el país a personas que dan positivo en anticuerpos tras superar el coronavirus. Incluso, hace unos meses, a una profesora española que aterrizó en China y que estaba cumpliendo la cuarentena obligatoria en un hotel, la obligaron a subirse en un vuelo de vuelta a España por dar positivo en anticuerpos.