Cerca de 45.000 kilómetros pasando por los tres extremos de los océanos: el Cabo de Buena Esperanza, de Lewin y el de Hornos. A este desafío se enfrentan el puñado de navegantes que se atreven a participar en la Vendée Globe, la prueba de vela más extrema del mundo.
En su primera edición, en 1989, participaron trece barcos y sólo lograron terminar siete. El ganador, el francés Titounan Lamazou invirtió 109 en lograrlo.
Dar la vuelta al mundo en solitario, sin escalas y sin asistencia no está al alcance de cualquiera. La vida de los participantes está en juego y así ha sido desde siempre. El primero en sufrirlo, en 1998, fue Philiippe Poupon, cuya embarcación volcó.
El británico Nigel Allan Burgess, 50 años, murió al caer por la borda de su embarcación durante un fuerte temporal en el golfo de Vizcaya, cuatro días después de la salida.
Ese mismo año, Bertrand de Broc se cosió a si mismo orientado por teléfono por el médico de la carrera.
En 1996, Tony Bullimore pasó 4 días con sus noches a la deriva, comiendo chocolate. En esa edición una de las más convulsas también tuvo que ser rescatado Thierry Dubois.
El último en experimentar la dureza y el riesgo de esta terrible regata ha sido el francés Kevin Escoffier. Afortunadamente para él, podrá contarlo.