un terremoto de 7,3 grados en los alrededores de Fukushima. Esta ciudad adquirió fama mundial después de que, en el año 2011, se produjera allí un accidente nuclear, el más grave desde la catástrofe de Chernóbil en 1986. Ahora, se teme que este terremoto pueda originar un tsunami en la costa nipona.
El hecho de que el terremoto haya tenido lugar cerca de Fukushima pone todavía más alerta a las autoridades. El motivo se encuentra en que, tras el accidente nuclear que hubo hace once años, existe preocupación de que pueda haber consecuencias adversas si las zonas colindantes a la central Fukushima I, la más afectada en la catástrofe de 2011.
Las autoridades avisan de que, en estos casos, lo más prudente es hallarse en un lugar seguro, situarse siempre debajo de una mesa en caso de que se produzca un terremoto de fuerte intensidad, y, ante todo, no estar en plena calle, pues ello puede suponer un grave peligro, más teniendo en cuenta el brusco movimiento de la superficie.
Asia, ‘hogar’ de los terremotos y los maremotos
Japón se encuentra en una posición geográfica muy delicada, dado que, en Asia, los terremotos y maremotos suelen ser frecuentes. Un ejemplo de ello es el tsunami que hubo en el Océano Índico en el año 2004, que arrasó gran parte de la costa de Tailandia y provocó más de 227.000 muertos. Japón se encuentra a una distancia considerable de Tailandia, pero forma parte del mismo continente.
De hecho, son muchos los científicos los que especulan con que Japón se hundirá bajo las aguas dentro de apenas un siglo. Ello se debe a que es un país rodeado por mar, sin frontera terrestre directa con ninguna otra nación, y que, a medida que sube el nivel del mar, el propio país continúa «hundiéndose» en el agua, algo que se cree, sucede desde hace muchos años.
En una situación similar se encuentran otros países o ciudades como Venecia, conocida por sus famosas inundaciones y sus canales, que podría llegar a ser historia en apenas unos años o pocas décadas. Más de lo mismo en la costa este de Estados Unidos, que podría llegar a aguantar hasta 800 años antes de que empiece a comprobarse si también se hunde en el mar.