hayan nacido antes del año 2002. Por muy sorprendente que parezca, hasta el 31 de diciembre de 2001, la peseta era la moneda oficial en España. A partir del día siguiente, 1 de enero de 2002, el euro era la moneda oficial de nuestro país, poniendo fin así a una larga tradición que duró décadas en nuestro país.
Hubo una época en la que las monedas oficiales eran los reales, e incluso nos podemos remontar a hace cientos de años, en la época de los Reyes Católicos, para hablar de la moneda de cambio que había entonces, los maravedíes. A día de hoy, todas esas monedas son consideradas auténticas reliquias que pueden llegar a valer enormes cantidades de dinero.
Y aunque parezca una locura, no lo es. Este próximo 10 de marzo, por medio de la página web Monedalia, se realizará una especial subasta donde hasta cuatro monedas antiguas que hubo en España podrán venderse. La puja podría llegar a alcanzar hasta los 1.000 euros. A continuación, detallamos cuáles son las monedas que se ofertarán en dicha subasta.
Todo comienza en el siglo XVIII
No son las pesetas las únicas monedas que podrán venderse por un valor enorme. El Banco de España concedió hace bastante tiempo un considerable margen de meses para poder cambiar todas las pesetas que existían en nuestro país y que, a cambio, los ciudadanos recibieran su cantidad equivalente en euros. Sin embargo, muchos han optado por conservar unas pocas e incluso cajones enteros como un gran recuerdo.
Si alguien ha hecho esto con una moneda de cuatro escudos del año 1729, una peseta del año 1884, una moneda de 100 pesetas de 1962 o un billete de 1976, está entre las personas que puede obtener una importante suma de dinero, puesto que estas monedas serán puestas a subasta y su valor puede ir desde los 300 euros hasta por encima de los 1.000 euros.
Las monedas que ya están en desuso pueden llegar a generar grandes cantidades de dinero para quienes las guarden y posteriormente las decidan vender, pasados ya muchos años. Un buen ejemplo de la importancia de las antiguas monedas son los doblones, que, cuando son encontrados en barcos o galeones hundidos, adquieren un valor incalculable.