El radiotelescopio ALMA, el más grande del mundo y situado a 5.000 metros de altitud en el Desierto de Atacama (Chile), cumplió diez años de vida, un tiempo en el que ha desvelado numerosos secretos del cielo, como la primera fotografía de un agujero negro.
En un altiplano árido de colores marrones, rodeados de picos rocosos, decenas de gigantes metálicos blancos rompen el paisaje y mueven sus enormes cabezas circulares hacia distintas direcciones en el cielo: son las 66 antenas del Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) que conforman el telescopio más ancho del mundo.
En su primera década de observaciones, ALMA ha avanzado, por ejemplo, en el conocimiento sobre la creación de nuevos planetas, el origen de la vida en otros puntos del universo o los agujeros negros supermasivos.
Las señales de las antenas que componen ALMA se juntan a través de un supercomputador, que aplica modelos matemáticos para obtener una única imagen combinada de todas ellas.
Descubrimientos históricos de ALMA
ALMA es posible gracias al trabajo conjunto de una veintena de países -entre ellos Estados Unidos, Europa, Japón o Chile-, una colaboración que también se da entre varios grandes observatorios situados en distintos puntos del planeta y que hace posible llegar a descubrimientos astronómicos singulares.
“A menudo, ALMA trabaja con otros observatorios a lo largo y ancho del planeta, conectando sus señales para crear un enorme telescopio del tamaño de la Tierra”, detalló a EFE la jefa del departamento de Ciencia de ALMA, Elizabeth Humphreys.
Así se consiguió, por ejemplo, la primera fotografía nunca antes hecha de un agujero negro, juntando las señales de distintos observatorios del planeta y creando el equivalente a un telescopio de miles de kilómetros de diámetro mediante la misma técnica con la que ALMA combina las señales de sus antenas, conocida como interferometría.
Observar un agujero negro desde la Tierra “es equivalente a mirar desde España el hoyito de un bolígrafo convencional situado en Chile”, remarcó a EFE uno de los astrónomos de ALMA, Hugo Messias.
“La química de la vida”
ALMA fue una revolución para la astronomía de hace una década, pero la comunidad científica ya trabaja en mayores telescopios que expandan las fronteras del conocimiento que el mismo observatorio chileno pudo traspasar.
“La ciencia no es blanco o negro, sino que avanza granito a granito. Siempre hay algo más allá de lo que sabemos, y la curiosidad humana es prácticamente infinita. Con ALMA no se acaba la curiosidad humana”, expresó Lira.
No obstante, ALMA prepara una renovación profunda de sus sistemas para 2030: substituirá su superordenador y varios componentes de sus antenas, para agilizar el trabajo del observatorio y aumentar la nitidez de los datos que consigue.
Uno de los puntos fuertes del observatorio chileno es su capacidad para captar componentes químicos en el universo, informó Humphreys, y las mejoras en la maquinaria aumentarán esa potencialidad.
“Lo que queremos encontrar es más información sobre la química de la vida, sobre cuál de los sistemas que vemos en el espacio pueden tener alguna forma de vida”, anunció la científica.
Pero la ciencia, si por algo se caracteriza, es por adentrase en lo desconocido: “¿Qué quiero que encuentre ALMA en los próximos años? Yo busco sorpresas. Recopilamos datos de muchos proyectos, y a veces no sabemos qué saldrá de ellos. Amo las sorpresas, cuando descubres algo que nunca habrías imagino. Eso -concluyó Humphreys- es lo que quiero de ALMA en un futuro”.