El diagnóstico en materia de economía circular de Castilla-La Mancha es claro: Castilla-La Mancha cuenta con disponibilidad de recursos renovables, con un alto potencial de fuentes de energías solares, ecosistemas forestales sin explotar y espacios protegidos y espacios verdes singulares con alto potencial ecológico.
Las fortalezas más notables en materia de medio ambiente son el bajo grado de degradación ambiental por intensificación agraria e industrial y la capacidad de modernización de infraestructuras en la gestión de residuos y aguas residuales.
¿En qué fallamos?
En el lado contrario, como debilidades, la región se enfrenta a un volumen considerable de generación de residuos y a una escasa valorización material o energética de los mismos. También padece un porcentaje elevado de utilización y desecho de productos de un solo uso así deficiencias en plantas de tratamiento de residuos y puntos limpios.
A pesar de estas dificultades, existe un “fuerte marco europeo”, ligado a un Pacto verde europeo y plan de acción economía circular con fondos asociados en esta comunidad autónoma.
El Parlamento Europeo como referencia
El Parlamento Europeo pedía recientemente que el plan de acción para la economía circular presentado por Bruselas sea más ambicioso y contemple objetivos vinculantes en materia de huella ecológica por el uso y consumo de materiales.
En un informe, la Eurocámara plantea objetivos vinculantes para 2030 de reducción de la huella ecológica por el uso y consumo de materiales, que cubra el ciclo completo de todas las categorías de productos comercializados en la Unión.
Para ello, los parlamentarios instaban a Bruselas a presentar una propuesta legislativa en 2021, que amplíe el alcance de la directiva sobre diseño ecológico.
Según defiende el informe aprobado por el pleno de la Eurocámara, el objetivo es establecer estándares específicos para garantizar que los productos comercializados en la UE tengan un buen rendimiento, sean duraderos, reutilizables, reparables, no tóxicos, actualizables y reciclables.
La idea es contribuir al plan de economía circular de la Comisión, en línea con el objetivo de neutralidad climática marcado para 2050. Esto pasa porque los productos producidos en la UE contenga material reciclado y sean fabricados mediante un uso eficiente de recursos y energía.