Con motivo del Día Internacional de los Archivos, que se conmemora cada 9 de junio, la Agencia Efe ha acudido al Museo del Ejército, en el Alcázar de Toledo, para conocer su archivo de la mano de la directora técnica del Museo, Teresa Moneo
Si los archivos son, en general, poco conocidos para la mayoría de la sociedad, los archivos de los museos son aún más desconocidos pese a que albergan «la vida, la historia y la memoria» de las piezas que disfrutamos. Y uno de los archivos de museos más antiguos es el del Museo del Ejercito, que nació en 1803 de forma paralela al propio Museo.
Toledo es una ciudad con un rico patrimonio archivístico dentro del cual destacan, por ejemplo, el Archivo Histórico de la Nobleza, el Archivo Histórico Provincial de Toledo, el Archivo Municipal o el Archivo de la Catedral Primada, pero también están los archivos de los museos.
En el caso del Museo del Ejército su archivo es uno de los más antiguos de España ya que se creó hace más de 200 años, en 1803, al mismo tiempo que el Real Museo Militar que es el germen del actual Museo.
La conservadora Teresa Moneo ha explicado que estos archivos tienen «gran importancia» porque son la memoria del museo y permiten conocer la historia, evolución y origen tanto del edificio, desde un punto de vista incluso arquitectónico, como de las colecciones y piezas que alberga.
Es «muy interesante» conocer «la vida, la historia, la memoria de esa prenda» o ese objeto, saber a quien perteneció y cómo se utilizó, «y esa es la documentación que conservamos» en el archivo, ha señalado. No es lo mismo que un uniforme sea de alguien, que lo utilizó en determinadas circunstancias, a que no sepas quien fue su dueño y las batallas que ha recorrido.
Moneo ha destacado el hecho de que recién iniciado el siglo XIX los militares decidieran dedicar un local como archivo del Museo Militar, y a partir de entonces se han guardado todos los expedientes y se puede ver cómo evolucionó a Museo Histórico Militar en 1932 y a Museo del Ejército desde 1940.
De hecho, dedicaron un espacio para el archivo y otro para la biblioteca cuando se creó el Museo.
Entre los 16.000 expedientes que integran el archivo del Museo del Ejército hay de varios tipos, entre ellos las adquisiciones -sobre todo cuando se trasladó el Museo de Madrid a Toledo (2010) y hubo que completar algunas colecciones- y los relacionados con la vida diaria y la historia del museo, que incluyen planos de su emplazamiento original o del Palacio del Buen Retiro cuando se trasladó y que informan incluso de las goteras que había o de cuando se decidió poner calefacción o colocar un ascensor.
Estas memorias del museo también rescatan las actividades que había y la estructura de la institución: a la cabeza del Museo siempre ha habido un general como director, más abajo estaban los coroneles, al frente de las plantas de artillería o ingenieros, y después conservadores, conserjes y otros trabajadores.
Por el archivo sabemos cómo se organizaba la vida cotidiana del Museo y cómo se fue adaptando a los tiempos. Por ejemplo, en lo referente a visitas: al principio únicamente podían visitarlo particulares, sobre todo personalidades, con cita previa, hasta que a finales del siglo XIX se habilitó abrir al público todas las mañanas de los miércoles.
LOS COMISIONADOS MILITARES INFORMABAN DE LOS HALLAZGOS QUE SALÍAN
Otro tipo de expedientes de este archivo están relacionados con los comisionados militares, que venían a ser como los comisionados de antigüedades de la Real Academia de la Historia; eran militares que informaban de los hallazgos que se producían, de modo que cuando se hacían reformas en alguna fortificación o cuartel y aparecía un cañón o un arma lo comunicaban y el Museo decidía si tenía interés y se conservaba.
De esta forma han llegado el Museo del Ejército numerosas piezas de la Guerra de la Independencia, procedentes de estos «hallazgos casuales».
Y también han llegado muchas piezas por donaciones de familias de militares que participaron en expediciones científico-militares durante el siglo XIX, ya que regresaron a España con armas o instrumentos que, con el tiempo, las familias donaron.
Asimismo, hay colecciones particulares de determinados personajes, por ejemplo de Marcelo Adrián Obregón uno de los últimos de Filipinas: el Museo conserva toda la documentación que tenía la familia sobre su vida y aquellos días, y piezas como un baúl, una cuchara o condecoraciones.
«SI NO SABES DE QUIEN FUE ESA PIEZA, NO TIENES SU MEMORIA»
Para Teresa Moneo una colección de «gran importancia» tanto por su calidad como por su cantidad es la de Antonio Romero Ortiz, coleccionista prototipo del siglo XIX al modo de Lázaro Galdiano o el marqués de la Vega Inclán, que inició un museo en su casa con piezas de todo tipo, desde porcelanas o medallas hasta armaduras o cartas.
Este político que fue ministro y gobernador del banco de españa, entre otros cargos, tenía clasificado su archivo en varios grupos y de esta forma han llegado hasta hoy autógrafos de personajes célebres, desde O´Donell, Prim o Isabel II hasta Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós, o cartas como las que conservó relacionadas con la búsqueda de una sede para el Banco de España (en su actual ubicación en la plaza de Cibeles).
Dentro de los archivos y museos se llama ‘auténticas’ a los certificados de las procedencias de las piezas, esos documentos que informan de donde viene un objeto, de quien ha sido y cómo se ha utilizado.
«En el Museo tenemos las colecciones pero imagina una pistola, arma o cañón ..si no sabes de quien fue, cómo se utilizó y porqué se utilizó no tienes la memoria de esa pieza que es para lo que sirven los archivos, para conservar la memoria de las piezas», ha subrayado Moneo.
El archivo del Museo se está digitalizando y está a disposición del público (actualmente con cita previa). La mayoría de quienes lo utilizan son investigadores o estudiantes de grado o máster.