Almeida ha destacado que “Madrid es boterista, Botero es seña de identidad para esta ciudad y lo sentimos madrileño”
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, junto a la delegada del Área de Cultura, Turismo y Deporte, Andrea Levy, ha presentado hoy la mayor exposición monográfica de Botero en Europa que abrirá sus puertas al público mañana hasta el próximo 7 de febrero en CentroCentro. Ambos han estado acompañados por la comisaria de la exposición, Cristina Carrillo de Albornoz, y Lina Botero, hija del artista.
El alcalde de Madrid ha animado a la ciudadanía a que visite esta muestra, “es un momento más que adecuado para que, con todas las precauciones necesarias, recuperemos el Madrid añorado, nos acerquemos hasta CentroCentro y admiremos a uno de los genios de la humanidad. Tras haber pasado lo más duro de la pandemia gran parte de la recuperación anímica de los madrileños pasa por la cultura y qué mejor que hacerlo con esta exposición”.
Además, Almeida ha elogiado la figura del pintor colombiano y su relación con Madrid, donde están expuestas tres de sus esculturas de forma permanente. “Existe el boterismo y Madrid es boterista, Botero es seña de identidad para esta ciudad, a la que está muy unido a Madrid y lo sentimos madrileño”, ha resaltado.
Por su parte, Andrea Levy ha explicado que “con Botero. 60 años de pintura se inicia una nueva etapa en CentroCentro, espacio al que vuelven las grandes exposiciones y que pretende situarse como referente imprescindible dentro del eje Prado-Retiro, a escasos metros de otros centros de arte mundialmente reconocidos”. En este sentido, la nueva andadura del emblemático espacio del Palacio de Cibeles hará que se convierta en un punto de referencia para los madrileños, en el que encontrarán una oferta cultural para todos los públicos.
Botero. 60 años de pintura es la mayor retrospectiva dedicada al artista colombiano en Europa hasta la fecha. Reúne 67 obras de gran formato para recorrer 70 años de producción artística y también presentar al público su obra inédita más reciente de acuarelas sobre lienzo. La muestra está producida por Arthemisia con la colaboración del Ayuntamiento de Madrid.
La elección de Madrid para esta gran exposición no es casual. Botero vuelve a la ciudad en la que vivió en su juventud y que marcaría su trayectoria después de conocer los originales de las obras maestras del Museo del Prado y de estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid le ha dedicado grandes eventos como la exposición que le brindó el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en 1987 o la exhibición de esculturas monumentales en el paseo de la Castellana en la primavera de 1994.
Fernando Botero, un estilo propio
Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932) se ha dedicado a pintar desde los 15 años de forma incansable, siempre desde el compromiso con sus estrechas convicciones sobre la estética, la excelencia y la defensa de una coherencia artística. El resultado de estos 70 años de creación es una nutrida producción compuesta por más de 3.000 óleos, alrededor de 200 esculturas y más de 12.000 dibujos a lápiz, carboncillo, pastel y sanguina. Botero es el pintor vivo que más ha expuesto en el mundo. Fue el primer artista en exhibir en los Campos Elíseos de París y el primer creador contemporáneo invitado a mostrar su obra en la plaza della Signoria de Florencia.
Cristina Carrillo de Albornoz describe en el catálogo de la exposición el episodio que dio inicio al boterismo: en 1956, Fernando Botero se trasladó a México, donde vivió poco más de un año y medio y donde una noche, muy tarde, mientras trabajaba en su estudio, dibujó la forma de una mandolina. En el momento de trazar la cavidad del sonido, la hizo muy pequeña. El contraste entre el contorno generoso y el detalle minúsculo del centro hizo que el dibujo explotara en su deformación y monumentalidad y en ese momento entendió con claridad absoluta que había descubierto algo importante para su trabajo, una respuesta contundente a su búsqueda incansable. Este sería el inicio de un camino que lo llevaría a consolidar su propio estilo, su propio lenguaje, único y reconocible, fruto de la experimentación continua, la reflexión y el cuestionamiento inagotable, reflejo de sus convicciones artísticas y de su capacidad de transformar años de enseñanzas asimiladas en algo nuevo, fresco y propio.
Su forma de crear original y nueva, a través de un lenguaje de volúmenes monumentales y vibrante color, hace que su obra sea inmediatamente reconocida por el público y la crítica. En palabras de Botero, “sin un estilo propio un artista no existe. Todos los buenos pintores han conseguido crear un estilo propio coherente con sus ideas, inmediatamente reconocible… Van Gogh, Botticelli, Ingres, Piero della Francesca, Vermeer, Velázquez, Giacometti o Tàpies… Si de algo estoy feliz es, primero, de haber vivido siempre de la pintura, incluso muy pobremente en mis primeras épocas en Nueva York, cuando vendía dibujos a diez dólares. Y, sobre todo, de haber encontrado un estilo propio. Una visión del mundo que no existía y que soy yo porque yo lo hago. El estilo es la capacidad creadora de hacer algo distinto que está dentro de uno y se plasma con gran emoción en el cuadro. Un ejemplo que ilustra esto es la forma más simple de la naturaleza: una naranja, que sin embargo es muy difícil de pintar. Lo magnífico es que cuando alguien vea una naranja en un cuadro, reconozca automáticamente que es una naranja de Van Gogh, de Picasso, de Cézanne o de Botero”.
Vida latinoamericana
Botero. 60 años de pintura se divide en siete secciones, correspondientes a los temas más característicos de su trabajo: Vida latinoamericana, Versiones, Naturaleza muerta, Religión, La Corrida, Circo; así como a su obra más reciente e inédita de Acuarela sobre lienzo. La exposición recibe al público con la sección América Latina, porque su ciudad natal, Medellín (Colombia), es el punto de partida de la producción artística de Fernando Botero.
El encuentro con la pintura mexicana en 1956 fue lo que permitió a Botero volver la mirada hacia sus propias raíces para transformar ese universo inagotable en materia digna de su propia obra y en el tema central de su creación. Rescata entonces, con grandes dosis de humor, los recuerdos de su infancia y juventud. Son los personajes cotidianos de ese mundo los que habitan sus lienzos: músicos, bailarines, monjas, militares, señores de la alta sociedad, hombres de poder y prostitutas. Entre las obras que se pueden admirar en estas salas se encuentran: Mujer sentada (1997), El presidente/La primera dama (1989), El final de la fiesta (2006), Mujer cayendo de un balcón (1994) y la célebre Bailarina en la barra (2001), imagen de la exposición y portada del catálogo.
Religión
La muestra continúa con las salas que abordan su interés religioso, una sola excusa para explorar pictóricamente las situaciones, las formas, los colores, el vestuario y el mundo plástico y poético del clero, abordando a sus personajes con humor y sátira como ocurre en sus obras El baño del Vaticano (2006) y Cardenal durmiendo (2004), presentes en la exposición. Ambas, además, se caracterizan por sus composiciones inesperadas y sorprendentes. Esta temática vuelve a estar influida por sus recuerdos de juventud, en concreto por el lugar que ocupaban los miembros eclesiásticos en el ámbito provincial de Medellín de los años 30 y 40. La habilidad de Botero radica en extraer imágenes religiosas y adaptarlas al imaginario boteriano, como es el caso de su famosa Nuestra Señora de Colombia (1992), también presente en la exposición.
Versiones
La tercera sección de Botero. 60 años de pintura recoge las obras que el artista ha realizado en homenaje a los grandes maestros de la historia del arte universal como Diego Velázquez, Piero della Francesca, Jan van Eyck y Pieter Paul Rubens, entre otros, cuya obra le cautivó a raíz de su primer viaje a Europa en 1952.
Para Botero, la contribución más grande que pueda hacer un artista al mundo del arte es su estilo, que es su “forma única y personal de expresarse”. En Versiones se puede ver como el maestro se apropia de temas que han sido recreados por otros y los transforma con su estilo en una obra de arte propia y singular. Tal es el caso de La Fornarina según Rafael (2008), Los Arnolfini según Van Eyck (2006) y el díptico Según Piero della Francesca (1998), todos presentes en la exposición.
Naturaleza muerta
A continuación se encuentra el espacio dedicado a la Naturaleza muerta, uno de los temas constantes de la obra de Botero gracias al que nace su estilo. A este respecto, estas son las palabras de Botero: “A través del volumen se produce una exaltación de la vida. Con la deformación se genera un desequilibrio en el arte que hay que restablecer y sólo mediante un estilo coherente se recupera la naturalidad de la deformación”. Claros exponentes de esta serie son Naranjas (2008), Pera (1976) y Flores (2006), entre otras, que forman parte de la muestra.
La Corrida
Esta temática surge de nuevo de sus recuerdos de la niñez y juventud. En concreto, cuando de niño su tío le inscribió en la escuela taurina del banderillero Aranguito. A los 15 años su entusiasmo por ese mundo era tal que le llevó a pintar una serie de acuarelas de la que vendió la primera obra de su vida. Descubrió en este tema una infinidad de posibilidades plásticas que le permitieron jugar de manera sorpresiva con la composición, el color, la luz y las formas. Además, La Corrida inspira una de las épocas más prolíficas en la vida del artista siendo el tema central de varias de sus más importantes exposiciones. En esta exposición se podrán admirar El arrastre (1987), La muerte de Ramón Torres (1986), Caballo de Picador (2002) y Rafaelín y su mujer (2012), entre otras.
Circo
Fernando Botero descubre las oportunidades estéticas de esta temática en un viaje que realiza en 2006 a Zihuatanejo, México, en el que visitó un circo humilde. Este episodio le marcará no sólo por sus personajes, que mostraban una tristeza contenida, sino fundamentalmente por su inmensa poesía y la plasticidad de sus formas y colores. Este encuentro abrió las puertas de su imaginación a un contenido de enormes posibilidades, ennoblecido por el trabajo de varios de los grandes maestros de la pintura como Picasso, Matisse, Renoir, Degas, Toulouse-Lautrec, Léger, Seurat y Chagall, entre otros.
A pesar de mostrarse en plena acción, los actores de las escenas del circo reflejan en su obra la serenidad y la estática propias de los personajes boterianos y transmiten una sensación paradójica que oscila entre el dinamismo y la quietud; tal es el caso de sus obras Payaso de blanco (2008), Contorsionista (2008), Músicos (2008) y Circo (2007), presentes en la exposición.
Acuarela sobre lienzo
A sus 88 años, Fernando Botero no ha dejado ni un día de pintar. Así se recoge en la última sección de la exposición que reúne su reciente producción compuesta por una serie bellísima de obras que inició en septiembre de 2019 y que contienen la fuerza de sus dibujos y la transparencia y delicadeza de sus acuarelas. Una vuelta a los orígenes como dibujante en la que experimenta con la acuarela, no sobre papel, sino sobre lienzo de gran formato.
Sus temas son los mismos que conforman el imaginario boteriano, pero el desenlace sorprende por la decisión del dibujo y la sensualidad de las formas. El resultado refleja el compromiso incansable del artista por experimentar, cuestionar y reinventar sus propias barreras. Carnaval, Picnic, Una pareja de músicos y Familia, son solo algunas de las piezas que conforman esta sección.
La exposición cuenta con un catálogo editado por Ediciones P&M que incluye textos de Mario Vargas Llosa, Cristina Carrillo de Albornoz y Lina Botero. /