Como en el viejo oeste, duelo entre los «cuatreros» de la multinacional y la plantilla.
Por un puñado dólares, el grupo salvaje que conforma el comité de empresa de Alcoa en San Cibrao no iban a permitir que llegase la hora de las cubas electrolíticas donde nace el aluminio primario en el único sitio donde se fabrica en España, en Cervo. En este duelo al sol para mantenerlas encendidas, cual centauros de A Mariña lucense, no estaban solos ante el peligro: les acompañaban en su OK Corral particular, en el restaurante Los Robles de Lugo, varios cientos de compañeros. Porque en el encuentro con los directivos de la multinacional yanqui le plantearon un sin perdón al ERE con el que pretendían despedir a 534 compañeros y apagar la megafactoría.
¿Quién serían el bueno, el feo y el malo en la reunión que arrancaba a las 09.15 horas de este martes? Tras varios recesos en los que el líder del comité fue informando del enroque en las posiciones, y cómo desmontaban los argumentos de los directivos de Alcoa, a quienes a primera hora calificaba de “cuatreros” José Antonio Zan. Más de ochos horas después se anunciaba al filo de las ocho de la tarde que a las dos primeras propuestas, la de un ERTE hasta 2022 o la de mantener el despido colectivo y vender luego la planta con un compromiso de recolocación –en los dos casos con el previo apagado de las cubras–, los negociadores encabezados por el presidente de la multinacional en España, Álvaro Dorado, planteaban una tercera vía. Esa era la que comenzaba a analizar entonces.
No debía ser mala de todo, aunque dos horas después serguían analizándola, y explicaban a sus compañeros que quien tuviese que irse a trabajar, se fuese. Al resto, le agradecían su presencia, su calor en un día por lo demás tórrido. Por su presión, por ese “yanquis go home” ante los mandamases.
Pasaba de las diez de la noche y a ello estaban, sin pensar en cenar siquiera. Pese a los reiterados intentos de este periódico por dar alguna pista de esa posible solución, ninguna de las fuentes presentes en el encuentro quiso, en esos momentos críticos, desvelar detalles. Nadie quería malgastar por bocas una posible bala negociadora.
“Estamos valorando entre todos lo que vamos a decir”, comunicaron en declaraciones a los medios y sus compañeros antes de volver a reunirse en el encuentro en el último día de negociación establecido para el ERE.
Durante la jornada, a las afueras de la reunión esperaban los trabajadores haciendo presión con gritos y pancartas para que Alcoa cediese a la retirada del ERE.
Ya a mediodía, Zan había anticipado que los directivos de Alcoa “son expertos en estirar la cuerda al máximo” para alargar las reuniones. Les acusó de “torpedear el proceso de venta” de la factoría a la británica Liberty House Group, filial de la multinacional GFG Alliance, interesada en adquirirla, por que “quieren parar las cubas, y el comprador quiere que las cubas funcionando”, indicaba.
“Si paran las cubas nos pasará lo mismo que al resto de las plantas” que Alcoa tenía A Coruña y Avilés, que fueron vendidas en condiciones que ahora se investigan.
El presidente del comité de empresa acusó a la dirección de Alcoa de montar un “proceso fraudulento”, como también advertió la Xunta en un escrito dirigido a la multinacional estadounidense acerca de posibles irregularidades.
Zan reclamó a la dirección de Alcoa negociar con el potencial comprador y representantes de la Xunta y del Gobierno central para alcanzar una solución y evitar despidos. El Gobierno central debería “decirles a estos señores que hace veinte años se les regaló una fábrica que estaba funcionando al cien por cien y no pueden dejarla tirada en el suelo y desguazada”, comentó acerca de los directivos de Alcoa.
“Lo que no se puede permitir es que vengan aquí unos cuatreros a deshacer la industria de este país”, reprochó Zan, quien expresó la voluntad de los trabajadores de “seguir luchando”, porque “de aquí no nos vamos a mover hasta que consigamos una solución”. Y al filo de las once allí seguían, buscando una salida.