Freddie Figgers fue abandonado en 1989 en un contenedor de basura por su madre biológica cuando tenía unas horas de vida. Gracias a un vecino que pasaba por allí y escuchó su llanto pudo sobrevivir. Figgers pasó 2 días en un hospital y después fue trasladado a un hogar de acogida donde una pareja le adoptó.
Ahora, 32 años más tarde, ese recién nacido que lloraba en la basura es empresario y millonario gracias a las piezas de tecnología con las que ha formado una compañía y una marca. Sin embargo, el camino hasta ahí no fue fácil.
Sus años de infancia
«Los niños solían burlarse de mí; me llamaban ‘bebé basura’, me decían ‘nadie te quiere, eres sucio’. Recuerdo ocasiones en las que me bajaba del micro escolar y otros niños me agarraban y me tiraban en cubos de basura y se reían de mí», contaba el joven en una entrevista con Jo Fidgen, para el programa de la BBC Outlook.
Figgers vivía en una zona rural de la península de Florida, en Estados Unidos, y todos allí eran conocedores de su historia. Sus padres adoptivos, Nathan y Betty, tenían 74 y 66 años respectivamente cuando Freddie entró a formar parte de la familia y eso fue también utilizado como burla para el niño, que sufrió bullying por parte de sus compañeros.
«Llegó al punto que mi padre me tenía que esperar en la parada y me acompañaba a casa. Los niños me acosaban aún más, burlándose de él: ‘Miren a ese anciano con bastón'», confesó.
Inicio de su carrera
Con tan solo 9 años Freddie supo a lo que se quería dedicar. Un día mientras caminaba junto a su padre, se toparon con una tienda de segunda mano. «A mí siempre me habían fascinado los ordenadores. Soñaba con un Gateway, pero no podíamos comprarlo», contó Freddie al recordar el día en que su padre le regaló un Macintosh que estaba roto y su dueño simplemente iba a tirar.
Fue así como Freddie comenzó a reparar ordenadores. «Como no se encendía, lo desmonté y me di cuenta de que un componente estaba roto y todo fluyó naturalmente. Mi padre trabajaba en mantenimiento en la Universidad Estatal de Florida, por lo que tenía a disposición muchas cosas, como pistolas para soldar, radios, relojes».
«Tomé partes de una radio despertador y las soldé y tras unos 50 intentos finalmente logré que el ordenador funcionara. Fue entonces cuando supe que eso era lo que quería hacer en mi vida», afirmó.
Esta afición por reparar estas máquinas fue lo que, según aseguró al periódico ‘Washington Post’, «despertó su interés en la tecnología». Así comenzó a codificar y escribir programas básicos que a los años consiguió capitalizar.
A los 15 años fundó su primera empresa
Figgers Computers, así se llamaba la primera empresa que formó Freddie. Esta empresa se dedicaba a arreglar ordenadores. Lo hacía desde la casa de sus padres y allí también ayudaba a los clientes a almacenar sus datos en los servidores que él creaba. Formó su propia base de datos en la nube y 6 años más tarde, con 23 años, recibió su primer sueldo millonario: vendió un programa de rastreo GPS a una empresa en Kansas por 2,2 millones de dólares.
Su carrera no paraba de crecer cuando tuvo que hacer frente a la enfermedad de su padre. Había desarrollado Alzheimer y en muchas ocasiones tenía que salir a buscarlo porque se perdía. Para ello, Freddie también creó un dispositivo de rastreo que insertaba en la zapatilla de su padre para saber dónde se encontraba en cada momento.
Nathan Figgers murió en 2014, poco después de que Freddie comenzara Figgers Communications y desarrollara 80 programas de software personalizados con el dinero que había ganado con aquella tecnología de «zapatos inteligentes».
«El dinero no es más que una herramienta»
«Mi papá nunca me escondió mi pasado, siempre fue honesto conmigo. Él me dijo: ‘Te lo voy a contar sin vueltas. Tu madre biológica te abandonó y como yo y Betty no queríamos mandarte a casas de adopción, te adoptamos’. Yo me sentí muy mal por eso, pero siempre me acuerdo que me agarró por los hombros y me dijo: ‘Nunca dejes que eso te moleste’«, afirmó para el programa de la BBC Outlook.
«Mis padres me dieron todo el amor que alguien pudiera querer jamás. Hicieron todo por mí, por lo que nunca sentí la necesidad de buscar a mi familia biológica. Mi mamá y mi papá, mi Betty y mi Nathan, lo eran todo para mí, y yo los amaba».
La muerte de su padre le sirvió para seguir creciendo: «Aprendí que el dinero no es más que una herramienta y me propuse hacer todo lo posible para tratar de dejar el mundo mejor cuando sea mi turno de irme, porque mi padre, sin ser rico, tuvo un impacto en la vida de mucha gente, y yo quería hacer lo mismo».
Freddie Figgers, el bebé que fue abandonado en la basura, ahora combina sus negocios con ayudar a la gente. Invirtió en infraestructura para que los vecinos de la zona rural en la que él vivía disfrutaran de conexiones rápidas a internet e incorporó la venta de smartphones.
«Mis padres me adoptaron y me dieron amor y un futuro”, dijo. «Hicieron todo lo posible para hacer del mundo un lugar mejor, y ahora eso es todo lo que quiero hacer también«, concluyó.