¿Cómo funcionan los detectores de dióxido de carbono?

landfill
landfill

Este tipo de dispositivos pueden ayudar a asegurarnos que un espacio cerrado tenga un menor riesgo de contagio del coronavirus

El dióxido de carbono es parte importante de la vida en la Tierra: las plantas lo usan para producir carbohidratos y gracias a él, el planeta tiene una temperatura templada superficial.

También desde hace algunos años sabemos que la concentración de dióxido de carbono está aumentando en la atmósfera, debido a las actividades humanas que involucran el uso de combustibles derivados del petróleo: lo que nos ha llevado al calentamiento global.

Pero no solamente se produce en reacciones de combustión: seres humanos lo emitimos en cada exhalación.

Así es: respiramos oxígeno y los procesos de la respiración celular de las mitocondrias generan energía y lo convierten en dióxido de carbono, que sale de nuestro aparato respiratorio. Junto con algunas otras cosas.

Durante mucho tiempo los químicos han sabido que medir las concentraciones de dióxido de carbono en un lugar, puede relacionarse con la posibilidad de contagio de enfermedades que pueden transmitirse por vía área: como el coronavirus.

El virus está en el aire

Por meses se pensó que, para el SARS-CoV-2, la vía aérea no era la forma primaria de transmisión: por esa razón se buscaron medidas de mitigación de contagio que ponían énfasis en desinfectar superficies, lavado de manos y mantener la distancia entre personas.

Con el tiempo se han encontrado evidencias claras que muestran que la principal forma de contagio de este virus es por el aire.

Eso no quiere decir que debemos dejar de lavarnos las manos o ya no mantener limpias nuestras casas, ni mucho menos que es adecuado estar muy cerca de otras personas en lugares públicos.

Una de las primeras pistas que existieron sobre el contagio aéreo, es que en lugares en los que se mantenía la distancia social de un metro y medio o más, de todas formas existían contagios.

Esto pasó en iglesias y salones de ensayo de un grupo coral: lugares cerrados y donde las personas hablaban o cantaban.

coro cantar

Contagios y dióxido de carbono

Con nuestras exhalaciones de dióxido de carbono, también salen de los pulmones y nariz muchas otras cosas diminutas e invisibles, como los coronavirus.

Si esto sucede en un lugar cerrado, las partículas virales quedan suspendidas en el aire, por tiempo suficiente para que otra persona las respire y se contagie.

Por esta razón las mascarillas siguen siendo una medida efectiva para evitar los contagios, en lugares que compartimos con otras personas, pues disminuyen la cantidad de partículas que respiramos.

También por eso se recomienda que las reuniones sean al aire libre, donde el aire no queda estancado en una sola habitación, o que se ventilen los espacios todo lo que sea posible.

Ventilar y medir

Pero entonces, ¿Cómo podemos saber que un espacio cerrado es realmente seguro?

Para empezar, debemos tener en cuenta que en tiempos de una pandemia activa es difícil tener un riesgo cero cuando compartimos un lugar con otras personas, pero sí podemos minimizarlo.

Una forma es usar mascarillas, la otra forma en ventilar y además tener un aparato que nos indique la cantidad de dióxido de carbono en un espacio.

Estos medidores tienen un detector infrarrojo, que mide la concentración de COen el aire.

Y aunque este año han cobrado relevancia, en realidad llevan años usándose para controlar la calidad del aire.

Se considera que un espacio está bien ventilado, si la concentración de dióxido de carbono está alrededor de 400 ppm.

Cualquier cantidad superior a esa, representa un mayor riesgo de contagio.

Los medidores de dióxido de carbono sustituyen a las mascarillas: aun en espacios poco ventilados usar cubrebocas disminuye el riesgo de contagio.

Así que no salgan sin su cubrebocas y vacúnense en cuanto tengan oportunidad.