A todo el mundo alguna vez le ha sucedido en algún momento comprometido que de repente nos rugen las tripas, un momento especialmente incómodo si se está en silencio. Los ruidos intestinales o ‘borborigmos’ están ocasionados por el movimiento de líquidos y de gases que se producen cuando ocurre una contracción coordinada del estómago y del intestino, lo que se conoce en términos médicos como ‘peristaltismo intestinal’.
Son absolutamente fisiológicos y es algo que existe prácticamente de forma constante aunque no siempre son audibles. De hecho, en algunas ocasiones puede considerarse patológico precisamente la falta de esos ruidos, que es lo que clínicamente se conoce como ‘íleo paralítico’. Éste puede ser producido por distintas patologías que tienen un aumento del tránsito intestinal, como puede ocurrir en el caso de unas diarreas agudas o de gastroenteritis.
A menudo achacamos esos ruidos de la tripa al hambre, pero no es así. Se producen tanto con el estómago lleno como vacío, aunque en esta última situación podemos ser más conscientes de su sonido. Cuando tenemos sensación de hambre y vemos o pensamos en comida se produce un reflejo nervioso, así como un aumento de secreciones que nos van a producir algo que todos conocemos, la salivación o el aumento de saliva a nivel de la boca.
En ocasiones también aumenta la estimulación de la contracción del estómago, es decir, que éste se prepara para realizar una digestión, exactamente igual que lo que sucede con la saliva en la boca.
Existen una serie de recomendaciones para que estos ruidos no arruinen nuestra imagen social y nos hagan pasar un buen rato de vergüenza:
Comer despacio y masticar bien los alimentos. Es importante realizar cinco comidas al día y tomarse al menos 20 minutos en cada una de ellas.
Evita o reducir la ingesta de bebidas con gas. Los refrescos, las gaseosas y las aguas carbonatadas utilizan el dióxido carbónico para intensificar el sabor y el aroma, pero causan gases que se acumulan en el organismo.
No fumar. Al aspirar del cigarrillo se traga aire, además de otras muchas sustancias que resultan muy perjudiciales para la salud.
No consumir bebidas alcohólicas. Estas ralentizan la musculatura del tubo digestivo. Por este motivo, el alimento tarda más tiempo en abandonar el estómago y el intestino, lo que provoca más gases dentro del tracto digestivo.
No comer chicle ni caramelos. Cuando se masca chicle o se chupa un caramelo se deglute mucho aire.
No beber directamente de las botellas o botes. Es preferible verter el líquido que se va a ingerir en un vaso.
Reducir los alimentos más flatulentos. Conviene moderar el consumo de legumbres o seguir el siguiente consejo: cuando se ponen a cocer y el agua entra en ebullición, cambiar el agua. También hay algunas verduras que provocan más gases, como las coles (en sus diferentes variedades), el brócoli o la coliflor.
No hablar mientras se come. Seguir el viejo consejo de no hablar en la mesa, ya que conversar favorece la entrada de aire.
Evitar tomar alimentos con mucha fibra. Si se quiere incrementar el consumo de alimentos ricos en fibra, hay que hacerlo de forma progresiva, y siempre con una ingesta adecuada de agua.
Realizar ejercicio de forma regular. Practicar un deporte adecuado a la condición física de cada persona ayuda a mejorar la motilidad del tubo digestivo, evitando la acumulación de gases.