El cáncer es la segunda causa de muerte en España. En torno a 700 personas reciben, cada día, el mazazo de que tienen algún tipo de tumor. Y la enfermedad provoca unas 300 muertes diarias. Pero, afortunadamente, la mortalidad ha experimentado un fuerte descenso debido a las campañas de diagnóstico precoz y a los importantes avances terapéuticos, donde España puede apuntarse un tanto. Es uno de los países líderes con más ensayos contra esta enfermedad tan impactante y prevalente, y el segundo, solo por detrás de EEUU, elegido por las farmacéuticas para promover dichos estudios, según los datos de Farmaindustria.
El Registro Español de Estudios Clínicos (RECC), que coordina la Agencia de Medicamentos, indica que ya son más de 2.200 los ensayos clínicos que prueban nuevos medicamentos contra el cáncer (en concreto 2.278; la mayoría en fase de inicio, reclutamiento o análisis de datos, y 900 ya finalizados). Además, la oncología es el área con más estudios, muy por delante del sistema nervioso o las patologías inmunitarias, que son los siguientes campos con más experimentos.
«Cada vez hay más investigación y con estudios más complejos«, destaca Javier Cortés, director del International Breast Cancer Center (IBCC). «La investigación contra el cáncer ha despuntado en los últimos 10 años porque es una enfermedad muy prevalente, es la verdadera pandemia», corrobora Aleix Prat, jefe de Oncología del Hospital Clínic y directivo de la Asociación española de investigación contra el cáncer (Aseica). Prat asegura que España es un país «referente» en la búsqueda de nuevas terapias porque «la cultura favorece la participación de los pacientes y de los hospitales y no hay muchas trabas burocráticas».
Las facilidades se deben a que España fue el primer país de la UE en adoptar la nueva normativa sobre ensayos, en 2015, lo que ha supuesto la «simplificación y armonización de los procedimientos; la reducción de los tiempos; un incremento de los ensayos en las fases tempranas, que son los que requieren de un mayor nivel de complejidad, y un mayor compromiso con la investigación en enfermedades raras y en pediatría», según destaca Farmaindustria.
PARTE DE LA CURACIÓN
Y la participación de los pacientes es clave. Al igual que en España la mayoría de la población ha acudido a vacunarse contra el covid, convencida de que la ciencia era la respuesta a la pandemia, también es mayoritario el número de enfermos que dicen ‘sí’ a participar en los ensayos. Todo ello unido al impulso de los investigadores: el resultado es que los estudios clínicos, sobre todo en los hospitales más grandes, forman parte de la estrategia terapéutica y se ofrecen en las mismas unidades oncológicas, no en servicios especiales.
Hay cinco estrategias terapéuticas frente al cáncer, además de la tradicional cirugía. En primer lugar están la quimioterapia y la radioterapia, los tratamientos más conocidos y extendidos. Pero también se ha abierto paso la inmunoterapia, la hormonoterapia o los tratamientos dirigidos. «Y todo ello es ya tratamiento convencional [dado que muchas de las terapias están ya aprobadas e incorporadas a la cartera de servicios] o investigación», según explica el director del IBCC (en el Centro Médico Teknon).
Hay ensayos dirigidos a curar o alargar la vida de los pacientes, pero también a reducir los duros efectos secundarios de la quimio y la radioterapia, como por ejemplo, la caída del cabello. La mayoría están destinados a pacientes en fases más avanzadas de la enfermedad, porque es donde existe una necesidad mayor, cuando el resto de terapias están fracasando, pero también hay investigación en los tumores primarios.
LA MEJOR ALTERNATIVA
En este contexto, los pacientes no deberían sentirse «como conejillos de indias», remarca el doctor Cortés, porque en ocasiones, la participación en un ensayo es la «mejor alternativa terapéutica»; teniendo en cuenta que algunos fármacos experimentales están dando muy buenos resultados. Además, España tarda más de un año en incorporar a la cartera de servicios las terapias que tienen éxito y son autorizadas por la UE. Un retraso provoca que, en ocasiones, la única forma de acceder a los tratamientos más punteros sea formando parte de una investigación.
La participación para el paciente, en la mayoría de los casos, es gratuita. Los laboratorios se hacen cargo de pagar los medicamentos, las pruebas, las consultas o los desplazamientos. Por ello, el director del IBCC -experto número 1 del mundo en cáncer de mama HER2+- es un firme convencido de que hay que ofrecer a los pacientes el ensayo que más se ajuste a su enfermedad y sus características, aunque el estudio no esté disponible en el hospital donde están siendo atendidos.
LOS FALLOS
La colaboración entre hospitales y la derivación de pacientes es cada vez más frecuente, pero el doctor Cortés reconoce que aún «falta muchísimo» y sigue habiendo «filias y fobias entre investigadores y entre centros, una barrera a romper». El doctor Prat corrobora que «derivar a pacientes» a otros hospitales «no es fácil», sobre todo a otras autonomías. Y que aunque hay pacientes que consiguen formar parte de ensayos en otras comunidades o centros, no todos pueden porque se requieren muchos desplazamientos, a veces incompatibles con la enfermedad o la vida familiar o laboral.
No hay datos oficiales de cuántos ensayos fallan. En las primeras fases de la investigación, solo suelen pasar el filtro tres de cada diez, según la experiencia del jefe de Oncología del Clínic. Pero esto no suele suponer un empeoramiento para los pacientes que participan, dado que primero las terapias se prueban en laboratorio, en animales, y que ya apenas hay ensayos donde los participantes reciban solo placebo. Lo más habitual es que sean tratados con las terapias estándar y, además, con las experimentales.
«Hay estudios que no cumplen las expectativas, sobre todo en fases I, pero que sean en detrimento del paciente es poco probable», corrobora Javier Cortés.