¿Vale la pena ir a comer a un buffet?

comida buffet libre cena
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Alguna vez te has preguntado por qué cuando vamos a un buffet somos capaces de comer una cantidad de platos que en casa ni nos plantearíamos? A todos nos ha ocurrido y la respuesta no es ni que en ese momento te conviertas en una especie de superhombre o supermujer, ni que sea gratis. Está en un rasgo muy peculiar de la psicología humana

Cuando acudimos a un buffet libre, tendemos a consumir grandes cantidades de alimentos a diferencia de las que solemos ingerir cuando estamos en casa. A veces nos sentimos que debemos “amortizar” el precio que ya hemos pagado y nos lanzamos a comer muchos más platos de lo que estamos acostumbrados en nuestro día a día, a pesar de sentir una gran sensación de saciedad. Así lo explica la Dra. en Neurociencia y psicóloga, Ana Asensio: «En ocasiones sí es una razón el hecho de pensar que al tener buffet abonado o todo incluido es necesario consumirlo, sin plantearnos si nos apetece o no». Pero más allá de que todos busquemos ahorrarnos un dinero o hacer un buen uso del servicio que ya hemos pagado, el motivo real por el que rompemos por completo con nuestros hábitos alimenticios cuando acudimos a este tipo de lugares tiene mucho que ver con la psicología humana. 

EL MOTIVO: LA SACIEDAD SENSORIAL ESPECÍFICA

Exponernos a una amplia variedad de alimentos y sabores diferentes hace que queramos probar y comer de todo lo que tenemos enfrente de nosotros, dejando a un lado el hecho de que sabemos que, seguramente, no tenga un impacto muy saludable para nosotros. «Nuestra decisión en el buffet no es racional, sino instintiva y emocional, y por eso acabamos comiendo de más, llenando los platos en exceso e, incluso, dejando bastante comida en la mesa», afirma la doctora Ana Asensio.

A este hecho se le llama ‘efecto buffet y guarda una relación bastante estrecha con la ‘saciedad sensorial específica’. Pero, ¿en qué consiste este concepto? Básicamente, se refiere al impulso que sentimos al exponernos a un amplio abanico de estímulos sensoriales relacionados con la comida y lo que sentimos al ingerirla. Ante los alimentos, el cerebro actúa y hace que nos saciemos muy rápido con cada alimento o plato concreto, a la vez que nos crea la necesidad de probar texturas, colores y sabores diferentes al que acabamos de ingerir, por la estimulación sensorial que nos aportan. 

CONSECUENCIAS PARA LA SALUD

No llevar una rutina de comidas o desfasar de forma habitual a la hora de comer puede acarrear graves problemas de salud. Tan malo es suprimir comidas al día como ingerir grandes cantidades de forma repentina y descontrolada. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que este tipo de caprichos no son algo negativo, siempre y cuando se realicen desde el control y de forma racional. Pero, convertir estas pequeñas ocasiones que nos regalamos en algo habitual o recurrente, puede desencadenar consecuencias a largo plazo.

Aunque nuestro cerebro trata, a través del sistema de saciedad, de frenarnos cuando estamos comiendo cantidades muy abundantes, lo suele hacer cuando ya es demasiado tarde, por lo que el descontrol en el consumo energético crea un gran desajuste en nuestro organismo. El problema no se encuentra en que ante una gran variedad de platos u opciones gastronómicas consumamos cada una de ellas, sino en las cantidades copiosas que ponemos en nuestro plato. El hambre puede reaparecer ante nosotros, entorpeciendo el proceso digestivo que aún no ha culminado y provocándonos reflujo, pesadez o náuseas. Además, la doctora recuerda que «el estar a otra cosa mientras comes quita consciencia al proceso de comer y a atender las necesidades específicas o señales sensoriales que nuestro cuerpo nos da para poder regular nuestra conducta».

A nivel psicológico, los efectos también pueden ser muy perjudiciales. La psicóloga Miriam Glez-Pablo, recuerda que «las consecuencias psicológicas van a depender mucho de cada persona». «Mientras que para algunas personas no tendrá ningún efecto psicológico, para otras les generará culpa y pondrán en práctica de manera consciente un periodo de ayuno voluntario o involuntario, eliminando alguna comida del día», añade. Además, comenta que se puede gestionar la saciedad sensorial específica haciendo una planificación previa de lo que vamos a comer y siguiéndola para no caer en la tentación de la variedad que nos ofertan.

¿SE PUEDE ACUDIR A UN BUFFET DE FORMA SALUDABLE?

Algo que mucha gente se pregunta respecto a este tema es dónde se encuentra la línea que separa un acto ocasional y sin mayores efectos sobre la salud, y una conducta insana. Como en todo, si reservamos estos eventos para ocasiones puntuales o especiales, no hay ningún problema. Sin embargo, no debemos abusar de este tipo de restaurantes porque, poco a poco, los mecanismos de recompensa y de hambre-saciedad se deterioran. Esto, sumado a otros factores, puede derivar en la aparición de enfermedades crónicas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una alimentación descontrolada y excesiva está relacionada con enfermedades como la diabetes tipo 2, la obesidad, la hipertensión o las enfermedades cardiovasculares, entre otras. 

Entonces, ¿cuáles son las pautas que puedes seguir para darte una buena comilona sin dañar la salud? En principio, actuar con cabeza y tratar de ser lo más racional posible. La doctora Guadalupe Blay, responsable del Grupo de Trabajo de Endocrinología y Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) recuerda que «el hecho de poder comer sin límite puede generarnos una sensación de agobio porque sabemos que podemos acabar con un gran sentimiento de culpa». Además, recomienda elegir poco a poco los platos y no tener prisa, empezando por lo que más apetece comer y olvidando la idea de que, como hemos pagado, debemos comer todo lo que podamos. Respecto a los alimentos que podemos priorizar, recomienda verduras frescas, que son ricas en vitaminas y tienen pocas calorías, y tener especial cuidado con las salsas que añadimos. También, aconseja elegir bien el sitio para sentarnos, pues puede ser de gran ayuda darle la espalda al lugar donde se encuentra la comida expuesta. Recuerda que todo entra por la vista.

No siempre es fácil, pero trata de pensar cuáles son los platos que más te apetece probar, y date ese gusto primero. No abuses de las cantidades, ya sabes que ante ti va a aparecer el antojo de deleitarte con todas las apetecibles raciones que se te ofrecen, así que recuérdate que el estómago no es infinito. Y, por último, aleja la sensación de culpa si te pasas un poco comiendo.