La caída de restos del cohete que llevaba un laboratorio de la estación espacial china son un ejemplo de una práctica nada minoritaria: entre el 60 y el 70% de los lanzamientos de cohetes y satélites de los últimos veinte años se han saldado con la caída sin control de piezas a la superficie terrestre. Así lo afirma en una entrevista con EFE el profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería del Diseño de la Universitat Politècnica de València Luis Miguel García Cuevas, que asegura que en el caso del cohete chino “no ha habido error, no ha habido fallo, pero tampoco ha habido intención de hacer las cosas bien”.
Y es que la caída de piezas de satélites o cohetes es una práctica que se hace de forma regular cuando se pone algo en órbita, para garantizar que el objeto puede seguir ascendiendo en altitud. Así, como en el módulo de la gran estación espacial china, se suele prever la estructura de los objetos espaciales de forma que, cuando ganan velocidad, pueden dejar atrás el peso muerto que necesitan eliminar para agilizar su subida.
Este proceso está planteado para que tenga lugar a poca distancia de la Tierra, y, como ocurre a velocidad relativamente baja, puede calcularse dónde caerá el residuo sobrante, con lo que se puede diseñar el recorrido para que caiga en una zona despoblada, normalmente en medio del océano. “Pero de vez en cuando no se hace así, sino que todo esto ocurre cuando el objeto está muy arriba y va muy deprisa”, detalla García Cuevas, que explica que “en esos casos, es muy difícil predecir” el lugar donde puede impactar contra la tierra.
Esto es así porque, para poder prever su recorrido, se debería conocer la resistencia aerodinámica, una propiedad que es prácticamente incalculable en una atmósfera cuyo espesor va cambiando rápidamente, como es la de las grandes altitudes. En algunos casos, son las características del objeto las que obligan a que esta pérdida de partes tenga que hacerse en altitudes altas, lo que no tendría por qué suponer un riesgo o una caída descontrolada, según el experto.
Para que el proceso se hiciera sin problemas incluso desde distancias muy grandes, se debe guardar parte del propulsante o combustible del satélite para poder encender su motor, de forma que, frenando la caída del objeto, este caiga en una zona de la superficie terrestre que se pueda predecir. “Pero eso tiene un coste extra, con lo que a veces, en los lanzamientos, no se guarda propulsante para estas situaciones y se decide dejar caer los residuos de forma descontrolada”, detalla el también investigador del Instituto Universitario de Motores Térmicos, que asegura que este procedimiento es algo “que no solo hace China”.