En vez del emoji de un pepino, un plátano o una berenjena que se utiliza en las redes sociales para representar el órgano genital masculino, en los mensajes directos de Instagram o Facebook aparecen a menudo y de manera deliberada fotos de penes reales, las llamadas «dick pics».
No se sabe cuántas fotos de genitales masculinos se envían sin que sean solicitadas expresamente, y sobre todo muchas mujeres ya se han confrontado con esta situación.
«Son pocas las mujeres a las cuales esto no les afecta en absoluto, porque se trata de un comportamiento muy agresivo», afirma la psicóloga y criminóloga Sandra Schwark, experta en violencia sexual.
Muchas se sienten acosadas, asqueadas o avergonzadas. El grado de tensión que esta situación puede generar guarda relación, entre otras cosas, con el hecho de haber tenido experiencias previas de violencia sexual. En ese caso, según Schwark, recibir una foto de un pene también puede volver a activar viejos traumas.
«En muchos casos no se trata de iniciar un contacto sexual, sino que, al igual que el acoso sexual en la calle, es una muestra de ejercicio de poder al estilo de: ‘mira, puedo hacer esto, puedo ponerte en una situación incómoda y no tiene ninguna consecuencia para mí'», señala Schwark.
De acuerdo con la psicóloga, los estudios sobre violencia y acoso sexual concluyeron que se trata sobre todo de una manera de ejercer poder sobre otra persona.
Las autoras de un conocido estudio realizado en el año 2019 sobre las «dick pics» sostienen que muchos hombres no lo hacen por motivos de hostilidad y sexismo, pero que sin embargo lo refuerzan al enviar este tipo de fotos sin consentimiento.
En el estudio liderado por Flora Oswald, el 82 por ciento de los hombres encuestados que enviaron imágenes de genitales sin consentimiento de quien las recibe, esperaban excitar sexualmente a la destinataria.
Uno de cada dos (50 por ciento) dijo que quería que el o la destinataria se sintiera atractivo o atractiva. Además, el 51 por ciento esperaba «fotos sexys» como respuesta, el 53 por ciento esperaba gustar o excitar así a la otra persona, mientras que el 49 por ciento de los entrevistados quería señalar de esta manera su propio interés sexual.
Según el psicoterapeuta Jonas Kneer, el problema es que si no se percibe a tiempo que este comportamiento tiene consecuencias negativas, es más probable que se repita.
«Por eso es bueno considerar un hecho así como un delito y perseguir al responsable para dejar en claro que es una agresión. Además, una cosa está clara: la responsabilidad siempre es del autor, nunca de la víctima», asegura el especialista.
Kneer trabaja en el proyecto de prevención «I Can Change» (Puedo cambiar) de la Facultad de Medicina de Hannover, en Alemania, con personas que temen no poder controlar sus impulsos sexuales. El objetivo es prevenir las agresiones con antelación.
En Alemania, por ejemplo, el envío de «dick pics» está penado por la ley. «Quien le haga llegar a otra persona contenidos pornográficos no solicitados será castigado con una pena de prisión de hasta un año o con una sanción económica», según el Código Penal germano (artículo 184).
Para el cofundador de «Dickstinction», Stefan Bieliauskas, las investigaciones se dificultan si la persona afectada no conoce al remitente o este no se puede identificar por el nombre del perfil.
Los centros de emergencia y asesoramiento para mujeres pueden también ayudar a decidir si se presentan o no cargos y cómo afrontar la situación.
Según la especialista alemana en violencia digital Kerstin Demuth, las fuerzas del orden aún carecen de información sobre este tema.
«En algunos casos, por desgracia, hay falta de conocimiento sobre componentes específicos de género en temas de violencia, jerarquía, estructuras de poder y digitalización. Por ejemplo, cuando las autoridades no entienden por qué no es una opción que las víctimas cierren sus cuentas en las redes sociales o eliminen la dirección de correo electrónico», destaca la experta.
Para algunas víctimas de la violencia sexual basada en imágenes, la denuncia es una carga adicional.
Schwark considera que para que algo cambie de forma permanente, es necesario que en la sociedad se hable más de un consenso, de la violencia y de las imágenes, planteamientos y roles de género.
En tanto Kneer se inclina más por un mayor conocimiento de la propia sexualidad y la ajena.
«Muchas personas tienen una visión distorsionada de la sexualidad propia y ajena, lo que favorece las transgresiones sexuales. Es importante aprender a indagar acerca de las necesidades de los demás y a desarrollar un sentido de cómo ser sexualmente activo manteniendo los límites», explica.