El barrio ha perdido 30.000 habitantes desde 1986, aunque la despoblación no ha sido progresiva. Un turismo sobreexplotado y el envejecimiento de sus residentes son los principales enemigos a los que se enfrenta la zona más antigua de la ciudad.
El centro histórico de Toledo fue declarado Ciudad Patrimonio de la Humanidad en 1986. En aquel año el Casco contaba con una población de 13.599 habitantes. En 2017 la cifra se había reducido un 23,5%, hasta las 10.400 personas. El impacto es mayor si se tiene en cuenta que Toledo tenía 58.198 habitantes en el primer registro, mientras que 31 años después su población total era de 83.741 personas. Menos vecinos y menos peso en el total del censo que evidencian el deterioro residencial de la zona más emblemática de la ciudad.
El problema no es nuevo, y desde hace algunos años muchas asociaciones e instituciones han dado la voz de alarma ante lo que ocurre con el Casco. La reciente pandemia de coronavirus ha terminado de agravar esta situación, dejando prácticamente sin actividad una zona de la ciudad que vive eminentemente del turismo.
Sin visitantes el Casco muere al instante, pero con ellos su agonía también es paulatina. El modelo de ciudad que se ha instaurado en el centro de la ciudad alerta de su inviabilidad y aunque desde la Real Academia toledana y el propio Ayuntamiento de la ciudad se ha tratado de enfocar el problema para corregirlo, lo cierto es que hoy por hoy las medidas concretas brillan por su ausencia.
En esta línea de denuncia se ha publicado recientemente un nuevo estudio sobre la población del Casco. La prestigiosa revista Cities, una de las publicaciones científicas internacionales de mayor impacto en política y planificación urbana en el mundo, recoge en su último número un artículo elaborado por la profesora de universidad Beatriz Larraz Iribas y el académico Enrique García Gómez, en el que proponen la necesidad de llevar a cabo un proceso de participación pública activa, de donde se deriven las iniciativas encaminadas a conseguir los objetivos del mantenimiento de la vida a largo plazo en el Casco histórico.
Los objetivos principales de la revista Cities son analizar y evaluar el desarrollo y la gestión urbana pasada y presente como reflejo de políticas de planificación efectivas, ineficaces e inexistentes; y la promoción de la implementación de políticas urbanas apropiadas tanto en el mundo desarrollado como en el mundo en desarrollo.
Por ello, el artículo ‘¿Despoblación del centro histórico de Toledo? Retos para una política local en ciudades patrimonio de la humanidad’ encaja perfectamente en sus objetivos.
Escrito en inglés, y con una extensión de 14 páginas, el texto aporta una introducción al estudio del sitio y sus particularidades geográficas e históricas. Además, para arrojar luz a esa situación de despoblación, el artículo analiza rigurosamente el pasado reciente del Casco a través de los indicadores demográficos de anteriores décadas y su estado actual, realizando comparaciones con la zona de la ciudad moderna ubicada fuera de los muros medievales que, durante el mismo período, vio paradójicamente aumentar su población un 64,5%. Toledo crece, pero su centro histórico se muere poblacionalmente.
El artículo señala también que desde 1940, cuando la población del centro histórico había alcanzado su apogeo en el siglo XX, con unos 31.000 habitantes, el Casco ha ido perdiendo población casi ininterrumpidamente hasta 2017, cuando se situó en 10.400 habitantes.
Este abandono del centro histórico ha tenido, concretamente, según recoge el estudio, dos momentos críticos en los que la disminución de la población interanual en esos años fue superior al 12%. Se trata de 1995 y, especialmente, 1990, dos de los peores momentos en la evolución de la población del Casco.
Esta tendencia de continua disminución no es sin embargo contante en el tiempo, ya que tiene una excepción. Ocurrió en los años de expansión económica entre 2004 y 2008, con un auge del ladrillo que ocasionó un mayor movimiento del mercado inmobiliario gracias a las facilidades de crédito de los bancos y, además, a la llegada de inmigrantes para trabajar, principalmente, en la construcción.
En esos cuatro años, la población de la zona más antigua de la ciudad creció un 12%, pero la tendencia se vio rápidamente truncada por la crisis económica derivada de tan irresponsable crecimiento.
Después de 2008 se volvió a repetir una tendencia a la baja en la población del Casco que condujo a un descenso del 9,5% de su población hasta 2017.
El abandono del centro por la población inmigrante que inicialmente lo fortaleció, y la falta de afluencia de nuevos residentes, provocó esa caída en la que aún hoy el Casco se encuentra inmerso.
Por contra, la mala deriva de la zona antigua no afectó extramuros de la ciudad, ya que Toledo experimentó de 2008 a 2017 un crecimiento del 5,8% en su número de habitantes.
¿Quién permaneció en la ciudad durante y tras la crisis? Pues las personas más mayores, aquellos residentes con sus viviendas ya pagadas o sin excesivas cargas hipotecarias.
Esa situación ha provocado que el envejecimiento de la población del Casco sea aún mayor que el del resto de la ciudad, y también, como se muestra en el estudio, superior a la media de España. Además, para terminar de rizar el rizo, el ratio de juventud del Casco es también inferior al del resto de barrios de la ciudad. Más personas mayores y muchos menos jóvenes. Una mala mezcla poblacional que se traduce también en una tasa de maternidad más baja, considerablemente inferior a la media nacional.
Por todo ello, los responsables del estudio alertan de que es crucial que se adopten medidas para atraer a la gente joven al Casco. En el pasado reciente los jóvenes volvieron al barrio, pero la crisis y el alto precio del nivel de vida y la vivienda terminaron echándolos.
Por eso, los creadores del artículo abogan por sistemas que incentiven el alquiler y la compra de viviendas para jóvenes. Se trata de una medida que, además, cuenta con el problema agravado del incremento de los apartamentos turísticos, que en los últimos años se han hecho con el control de las viviendas disponibles y que se ha consolidado, hasta la pandemia, como uno de los modelos de negocio más rentables en un Toledo víctima de la belleza de su patrimonio.
La promoción del comercio local de productos básicos, la mejora y ampliación de parques infantiles, el incremento de la calidad de las telecomunicaciones (fibra óptica) o la uso del entorno natural, especialmente del río Tajo, son otras de las propuestas que se recogen en el artículo de Larraz y García.
Por último, la principal novedad de esa publicación llega de la mano del movimiento vecinal, ya proponen un mayor nivel de participación ciudadana del que existe actualmente. Entienden, por tanto, que para lograr el objetivo de recuperación de la población del Casco es imperativa la colaboración entre asociaciones de ciudadanos, residentes y autoridades locales. Solo así se podrá evitar que Toledo siga el camino de cascos urbanos históricos como Venecia o Barcelona, dedicados en exclusiva a los turistas y víctimas de una apuesta urbana en la que se jugó todo a la carta del negocio turístico sin pensar que es necesario el arraigo vecinal. Sin sus habitantes un barrio, sea todo lo maravilloso que sea, pierde todo su sentido y está, irremediablemente, condenado al fracaso.