La pandemia del coronavirus ha fomentado el interés de los inversores por un vehículo de inversión no exento de polémica. Las conocidas como «compañías de cheque en blanco» (blank check companies) son entidades que no tienen un plan o propósito comercial específico y cuyo modelo de negocio suele estar centrado en participar en una fusión o adquisición con otras empresas.
Estas compañías tradicionalmente han involucrado inversiones especulativas y, a menudo, se han categorizado en lo que la Comisión de Mercados y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) define como penny stocks, es decir, títulos de riesgo que operan por debajo del dólar y normalmente cuentan con una micro-capitalización.
Un fama cultivada durante la década de los 80 y asociada a múltiples fraudes. Dicho esto, las leyes y regulaciones implementadas posteriormente han ayudado a limpiar su reputación y popularizado su afinidad entre los inversores. Goldman Sachs suscribió la primera salida a bolsa de este tipo de entidades en 2016 y al año siguiente, la Bolsa de Nueva York acogió el estreno de su primera compañía de cheque en blanco en casi una década.
Este tipo de entidades pueden salir a cotizar en el mercado incluso aunque no hayan completado la compra de una compañía o tengan intención de hacerlo. Básicamente, se estrenan en el parqué cómo una compañía con un propósito especial de compra (SPAC, por sus siglas en inglés), es decir, con la intención de recaudar capital para la potencial fusión o adquisición de una futura empresa o start-up.
«Hay mucho apetito por fusiones y adquisiciones pero para ello hay que encontrar la compañía adecuada», explica a elEconomista, Jay Heller, jefe de Mercados de Capital del NASDAQ . «Ahora se puede ser más creativo gracias a las SPAC, que permiten recaudar capital y patrocinadores hoy para llevar a cabo posibles oportunidades de compra en el futuro», añade.
En general, estos vehículos no suelen tener un historial operativo cuando salen a bolsa pero suelen delinear un tiempo específico, típicamente dos años, en el que deben usar los ingresos recaudados en su operación pública de venta (OPV) para adquirir o fusionarse con una empresa. Para una compañía que está en el punto de mira de una SPAC esta es una forma de salir a bolsa, ya que una vez completada la operación pasa a sustituir a la SPAC en el mercado de valores.
En lo que llevamos de año, los nuevos listados en bolsa de estos vehículos han recaudado 12.100 millones de dólares, según datos de Dealogic publicados por el Wall Street Journal. Esta cantidad será aún mayor con el estreno esta semana de Pershing Square Tontine Holdings, una entidad de cheque en blanco formada por el multimillonario inversor Bill Ackman, cuyo objetivo es comprar «unicornios maduros», es decir, veteranas start-ups con una valoración de más de 1.000 millones de dólares en el mercado privado y una proyección de crecimiento sustancial.
Este mecanismo también ha sido empleado por el fabricante de camiones eléctricos Nikola y la plataforma de apuestas deportivas DraftKings para cotizar en bolsa. Ambas fueron compradas por una SPAC. La empresa de turismo espacial de Richard Branson, Virgin Galactic Holdings Inc, también salió a cotizar públicamente en el NYSE el año pasado a través de una SPAC.
El domingo, la aseguradora MultiPlan daba a conocer su fusión con una compañía de cheque en blanco, en un acuerdo valorado en 11.000 millones de dólares, que se postula como una de las transacciones de este tipo jamás registradas. Según el WSJ, en lo que llevamos de año, veinte empresas han utilizado operaciones con distintas SPAC para salir a bolsa. Nikola y DraftKings han sido las empresas de mayor tamaño hasta la fecha en elegir esta ruta para debutar en el mercado en lugar de lanzar una salida a bolsa convencional.
No obstante, también crecen los críticos que temen que las empresas que cotizan en bolsa a través de SPAC no reciben el mismo escrutinio que las salidas a bolsa tradicionales, lo que genera riesgos para los inversores.