Estamos ante un momento histórico donde se ha modificado radicalmente la sociedad en la que vivíamos -y entendíamos-. La pandemia de la covid-19 ha tambaleado los cimientos sobre los que estábamos asentados y ha puesto sobre la mesa las principales carencias y brechas sociales que pasaban desapercibidas por la inercia del paso de los días; y sin embargo, estaban condicionando nuestras condiciones de vida sin saberlo.
Tras la crisis sanitaria hemos visto que al borde del desfiladero quedaban los mayores, expuestos no sólo a las dramáticas consecuencias de este virus, que se ha llevado por delante la vida de miles de personas, sino también a los cambios que hemos asumido sin que haya habido tiempo para prepararnos para lo que nos esperaba a la vuelta de la esquina. Ésta es una de las situaciones que analizaremos en el Congreso conmemorativo del XXV Aniversario de la ESU, que estaremos celebrando en Madrid del 23 al 25 de septiembre.
Este encuentro será el primero que llevemos a cabo tras más de un año en el que la distancia y las tecnologías han impuesto su propia distancia social alejándonos de quienes siempre han estado a nuestro lado. Encontrarnos ha servido para que pongamos en común los diferentes factores que a lo largo de estos meses han cambiado a nuestra sociedad, así como su diferente forma de impactar en los países europeos.
En apenas un año hemos aceptado que desaparezcan servicios básicos esenciales como la atención sanitaria presencial o la atención en las entidades bancarias; y en esa desaparición ha estado implícito el olvido de los más vulnerables, las personas mayores, a las que se les ha empujado a aceptar aquello para lo que no se les había preparado, abriendo un frente sobre su desesperada “lucha por la vida” que alguna vez escribió Pío Baroja; sobre todo, cuando hablamos de territorios como el medio rural no sólo de España sino de toda Europa.
Estamos olvidando que el tiempo no deja a nadie indemne y que las previsiones indican que en el año 2050 las personas mayores serán más de 2.100 millones en todo el mundo y se llevará por delante los esquemas demográficos a los que estábamos acostumbrados con tasas de natalidad que equilibraban a una sociedad que envejecía a cuentagotas.
Hoy los mayores siguen luchando por estar representados en la sociedad, por no sentirse relegados al olvido, mientras la juventud se abre paso a empellones sin la gratitud del legado recibido. Por ello, es necesario que en este XXV Aniversario de la ESU los mayores alcemos la voz y reivindiquemos nuestro papel imprescindible para la sociedad que queremos construir a lo largo de los próximos años como prolegómeno de un futuro estable e intergeneracional, donde problemas como el edadismo, la soledad o el desplazamiento de los más mayores, sea tan sólo un mal recuerdo.
En este Congreso Europeo, donde los mayores del Partido Popular Europeo celebramos un cuarto de siglo en común, queremos poner sobre la mesa que estamos más que capacitados para seguir demostrando conocimiento y experiencia; y será vital que aceptemos que las personas mayores sigan manteniendo su espacio, que en países como España sigan manteniendo las garantías sociales que una vez se consiguieron. Por ello, hoy más que nunca debemos hablar de la solidaridad intergeneracional para que ese paso entre generaciones no sea un punto y aparte, sino un punto y seguido.
Mientras el tiempo pasa y mantiene a los mayores ante el desfiladero del olvido, deberíamos alzar la voz para asegurar que sus días mantengan la mejor calidad de vida posible; sin que la nueva sociedad postpandemia, que habla de internet, de digitalización y de tecnología, no los deje abandonados a su suerte porque los mayores merecen no sólo el respeto y la consideración de la sociedad, sino también el espacio en la toma de decisiones y en la construcción del futuro que necesitamos.