Los hombres y las mujeres de Pompeya no seguían la misma dieta, según un estudio

La vida cotidiana en la antigua Pompeya
La vida cotidiana en la antigua Pompeya

hilo directo al pasado para conocer más detalles sobre los usos y costumbres de sus habitantes. El último descubrimiento es sorprendente: hombres y mujeres no seguían la misma dieta. Para ellos, pescado y cereales; para ellas, huevos, lácteos y legumbres.

Así lo asegura un estudio encabezado por la Universidad de York (Reino Unido) en el que ha participado la Universidad Autónoma de Barcelona publicado este miércoles en la revista ‘Science Advances’. El hallazgo se ha logrado a partir del análisis del colágeno de los restos óseos de 11 hombres y 6 mujeres víctimas que quedaron sepultadas por la ceniza volcánica y que ha permitido descubrir que en la vecina ciudad de Herculano había un consumo «sorprendentemente alto» de aceite de oliva si lo comparamos con el consumo actual.

La investigación ha permitido poner cifras claras a esta dieta. Los hombres comían 1,6 veces más proteínas de alimentos procedentes del mar que sus compañeras y además comían más cereales. Las mujeres, en cambio, obtenían la proteína de productos de origen animal, que fundamentalmente eran lácteos y huevos, aunque también complementaban su alimentación con legumbres, frutos secos o verdura local.

Varias fuentes históricas ya habían apuntado estas diferencias de alimentación según el sexo, pero faltaba información contundente para respaldar la teoría. Así hasta ahora, con esta revolucionaria reconstrucción de la dieta.

Acceso diferenciado

La pregunta inmediata es clara: ¿Por qué ocurría esto? Los investigadores no tienen una respuesta única y clara, pero sí ponen encima de la mesa varias hipótesis como las diferentes ocupaciones, prohibiciones culturales o las restricciones propias de un desigual reparto del poder.

Un rasgo que sí parece claro es que «el acceso a la comida estaba diferenciado según el género». El mayor consumo de pescado observado en los varones, para la autora principal, Silvia Soncin, podría deberse a que éstos tenían un papel «más prestigioso» en la sociedad de la época y contaban con mayor capacidad para acceder al consumo de animales marinos, mejor valorados.

En el caso de que los sujetos hubiesen sido esclavos, los hombres lograban la libertad a una edad más temprana, sobre los 30 años, que les posibilitaba conseguir cierto poder económico antes que a ellas, que, en el caso de conseguir librarse de la esclavitud, lo hacían de media una década después.

Además, el tercer factor esbozado por la investigación es que los varones se dedicaban de manera más frecuente a la pesca.