Los talibanes comienzan a destruir parte del patrimonio cultural de Afganistán

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1996 a 2001. Uno de sus sellos de identidad, además de las ejecuciones y obviar los derechos más básicos de las mujeres, es la destrucción del patrimonio cultural que ellos consideran blasfemo para la ley islámica.

Bajo está premisa, los fundamentalistas han echado abajo la puerta de Ghazni, símbolo de la cultura islámica, e incumpliendo al mismo tiempo la promesa que hicieron hace meses, según la cual, respetarían «todas las reliquias y antigüedades presentes en Afganistán». La UNESCO ya advirtió la semana pasada que, con los talibanes en el poder, el patrimonio afgano corre peligro.

El derribo de la puerta de Ghazni es otra prueba más de que los talibanes no han cambiado un ápice pese a la nueva estrategia de propaganda y comunicación llevada a cabo durante las últimas semanas. Las ejecuciones cometidas a lo largo del país en el últimos mes así lo atestiguan.

Promesas que nadie cree

«No queremos que nadie salga del país, este es su país, esta es nuestra patria común, tenemos valores comunes, religión común, nación común. (…) Hay una amnistía general, por lo que no habrá hostilidades», afirmó el martes el principal portavoz talibán, Zabihulla Mujahid, en la primera rueda de prensa tras la victoria.

Mujahid, que se mostraba por primera vez en público en décadas a pesar de ser uno de los líderes talibanes más citados por los medios de comunicación, insistió en que el grupo islamista había perdonado «a todos por el beneficio y la estabilidad en Afganistán».

Este mensaje de tolerancia es mera fachada, coinciden los expertos, quienes apuntan que se trata exclusivamente de una buena campaña de promoción por parte de los talibanes, que han aprendido de sus errores del pasado, pero que cambiará en cuanto el mundo deje de mirar hacia Afganistán.