Hace tres años, en 2018, se establecía a través de una Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el día 30 de junio como fecha para la celebración del Día Internacional del Parlamentarismo. Concretamente, la elección de esta fecha se debe al día que se creó, en 1889, la Unión Interparlamentaria (UIP), institución con el objetivo de fomentar la cooperación de parlamentos entre sí con el sistema de Naciones Unidas y de la paz y la democracia a través del diálogo político.
Una de las mejores definiciones que podemos utilizar cuando hablamos de democracia es diálogo. Diálogo como base de reflexión común, de propuestas y de llegada a acuerdos.
Ese es el principal trabajo de un/a parlamentario/a.
Lamentablemente, en los últimos tiempos, el ruido realizado por los diferentes partidos de la oposición está impidiendo que se visibilice esa enorme labor que se está realizando desde el Congreso de los Diputados, y ello, evidentemente conlleva la pérdida de la confianza en la figura política y, por consiguiente, el aumento del populismo radical que prolifera de este clima crispado.
Durante esta legislatura, además de aprobar muchísimas medidas impulsadas por el Gobierno de Pedro Sánchez, con una aritmética parlamentaria complicada reflejo de la pluralidad de nuestro país, pero basándonos en el diálogo y acuerdo, entre aquellos que quieren dialogar y acordar para beneficiar al conjunto de la ciudadanía en la coyuntura actual que estamos viviendo, hemos aprobado importantes leyes que nos hacen más libres, más iguales y más justos.
En ciertos momentos, hemos conseguido cambiar en el parlamento el medio minuto de fama por la concordia y el diálogo, aprobando leyes con un enorme consenso y que posiblemente por ello, pese a su gran importancia, hayan pasado algo más desapercibidas. Por ejemplo, es el caso de la Ley integral de protección a la infancia y a la adolescencia frente a la violencia. Dicha ley recoge medidas muy importantes ante los diferentes tipos y ámbitos de violencia que sufren los/as menores. Otro de esos grandes consensos ha tenido lugar con la Ley por la que se reforma la legislación civil y procesal para el apoyo a las personas con discapacidad en el ejercicio de su capacidad jurídica, con un arduo e intenso trabajo de mi compañero Miguel Ángel González Caballero, y que muestra el firme compromiso del Partido Socialista con la integración social plena de las personas con discapacidad.
Pero tristemente lo habitual es vivir en la confrontación y como decía anteriormente en el medio minuto de fama. Encontramos un panorama desolador en la oposición española porque está más pendiente de ese vídeo para incendiar a la ciudadanía que en el rigor político. Lo vimos con la nueva ley de educación, siendo conscientes o no, del peligro de sus discursos. Una ley que pretende garantizar una educación de calidad, que, apuesta por la equidad y la inclusión, y sienta las bases para impedir la segmentación del alumnado por razones socioeconómicas. La ley de eutanasia, es otro ejemplo. En este caso, la derecha española volvió a olvidarse de las dramáticas experiencias personales de las miles y miles de personas que durante muchos años han luchado por este derecho, ley que además cumple un proceso totalmente garantista y que tenerlo no te obliga a utilizarlo, pero si podemos ayudar a las personas que tenga la necesidad de hacer uso de él.
Cierto es que esto no es nuevo, leyes que nos hicieron progresar como sociedad y que situaron a España pionera en la consecución de derechos sociales han sido demonizadas por la derecha española, eso sí, para posteriormente hacer uso de ellas. Leyes como la del aborto, el matrimonio homosexual o el divorcio. A todas ellas, el Partido Popular voto NO.
La deriva protagonizada por el Partido Popular es consecuencia de dejarse arrastrar por sus socios de la ultraderecha, pero lo más peligroso de esa deriva es la pérdida de consenso en temas tan delicados como el homenaje que realizamos el pasado domingo en el Congreso de los Diputados a las víctimas del terrorismo. Mostrar nuestra condena al terrorismo y acompañar a sus familias debería ser un momento de unidad independientemente de nuestros colores políticos. Momento de unidad, nunca un momento para tener ese medio minuto. Como dijo, Alfredo Pérez Rubalcaba “Para la gente ha acabado el terrorismo, pero para las víctimas, no”. Él que se dedicó intensamente a trabajar para poner fin a ETA y que siempre afirmaba que acabar con el terrorismo fue la responsabilidad de la que más orgullo sentía, nos dejó estas palabras. Palabras que deberían rozar lo moral, lo sentimental para al menos, un partido que se ha considerado constitucionalista, que ha tenido responsabilidades de gobierno, no protagonice ningún momento tan bochornoso en el parlamento o, mejor dicho, fuera de él.
En definitiva, una oposición que ha perdido el norte nos obliga a los/as socialistas a seguir trabajando con más convicción, más responsabilidad y más cercanía. Nos hace conscientes que la única forma de hacerlo es no perder el contacto directo con la calle, ser transparentes y hacer política pensando en las personas. Esa debe ser nuestra posición frente a los que siguen eligiendo la confrontación a la concordia, la gresca al diálogo, el medio minuto de fama a ser útiles desde las instituciones a la ciudadanía, una actitud que denota cuál es su preferencia: ser únicamente útiles a ellos/as mismos/as.
Abandonen esa posición antipatriota y comiencen a trabajar por el conjunto de la ciudadanía. Desde el Congreso, seguiré trabajando por mi provincia, Ciudad Real, y por mi país, España, esa es la única patria que conozco.
Cristina López Zamora