Cuenca: La educación más allá de las aulas, la atención hospitalaria y domiciliaria

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El equipo del Área Integrada de Cuenca ha posibilitado que nueve alumnos convalecientes pudieran seguir este curso con normalidad

Carmen, de 13 años, acaba de terminar un examen de Física y Química de 2º de ESO y ahora toca preparar los contenidos de la asignatura de Matemáticas. Lo normal sería pensar que esta escena está teniendo lugar en su centro educativo, el IES Alfonso VIII de la capital conquense, aunque no ha sido así: la joven ha realizado la prueba en su propio domicilio, acompañada por Fernando Ruiz, docente del equipo de Atención Educativa Hospitalaria y Domiciliaria del Área Integrada de Cuenca. Eso sí, aunque estaba en casa, los nervios no se los ha quitado nadie. 

La joven es uno de los nueve alumnos que este año han recibido clases a pesar de estar convalecientes gracias a este recurso, que depende de la Consejería de Educación de Castilla-La Mancha y se desarrolla en las instalaciones del hospital Virgen de la Luz de Cuenca o en los propios domicilios de los niños.

No obstante, este curso, y debido a la pandemia, la atención educativa ha tenido lugar solamente en los hogares de los alumnos con el fin de minimizar riesgos de contagio de Covid-19. 

El objetivo de este recurso es que los alumnos que están hospitalizados o con una convalecencia superior a los 20 días no se desenganchen de los estudios y sigan las clases de forma similar a la que lo harían en sus propios colegios o institutos. Además de los objetivos educativos, es fundamental mantener la motivación de estos para que, una vez que se hayan curado, puedan volver a las clases en sus centros con total normalidad.

Los destinatarios del servicio son los niños en edad de escolaridad obligatoria aunque, si es posible, se intenta también atender al alumnado convaleciente de las etapas educativas que no son obligatorias.

Curso 2020-2021

El equipo de Atención Educativa Hospitalaria y Domiciliaria del Área Integrada de Cuenca está formado por los docentes Fernando Ruiz y José Carlos Peralta, que llevan en el recurso desde el año 2007. Durante este curso han atendido a nueve alumnos (dos de Educación Infantil, dos de Primaria, cuatro de Secundaria y uno de Bachillerato), la mayor parte de ellos con traumatismos diversos aunque también hay algún enfermo oncológico. 

La mayor parte de los estudiantes atendidos este curso son de la capital pero estos profesionales también se han desplazado a otros municipios que dependen del Área Integrada de Cuenca, como Minglanilla y Talayuelas.   

En el caso de Carmen, su convalecencia se debe a una rotura de cadera tras una caída en una clase de Educación Física, lo que la ha mantenido alejada de las aulas desde el pasado marzo. Durante este tiempo, Fernando y José Carlos se han encargado de que no pierda el ritmo escolar y se han desplazado a su domicilio para darle clases de las diferentes asignaturas, realizando con ella las mismas actividades y exámenes que hacen sus compañeros en el IES Alfonso VIII. 

La alumna ya conocía a estos docentes porque hace unos años estuvo hospitalizada unas semanas en el Virgen de la Luz y ya recibió atención educativa a través de este recurso.

“Los niños estaban deseando irse al aula”, cuenta Álvaro, el padre de Carmen. “El hospital es un sitio frío. Si un adulto ya va con miedo, estrés, ansiedad… imagínate un niño. Intentamos que la estancia sea lo más agradable posible para ellos”, añade Fernando.

Aunque este curso la atención se ha desarrollado únicamente en los domicilios debido a la Covid-19, los objetivos son bien diferentes si el apoyo educativo se presta en el hospital o en los hogares de los alumnos. 

Así, en el aula hospitalaria del Virgen de la Luz -que se encuentra ubicada en el área de Pediatría- se prioriza especialmente el aspecto lúdico aunque sin perder de vista la vertiente educativa desarrollando actividades relacionadas con las materias curriculares. “Con un niño que está malito, es más importante jugar y reír que los contenidos”, reconoce José Carlos Peralta. De todas formas, en el caso de Cuenca, no suele haber ingresos de larga duración y lo normal son estancias breves.

VERTIENTE LÚDICA

Aún así, para hacer más llevadera la hospitalización, en el aula cuentan, además de con ordenadores y material de lectura, con un completo arsenal que incluye todo tipo de juegos didácticos y otros recursos lúdicos, entre ellos un robot educativo con el que se pretende sacar una sonrisa a los pequeños. Las nuevas tecnologías tienen también un lugar destacado.

Pero en el caso de la atención domiciliaria, los objetivos prioritarios son los educativos. “Se trata de que el alumno no pierda el ritmo del curso. Estamos en permanente contacto con su centro y hace las mismas actividades y exámenes que sus compañeros”, relata José Carlos.

Antes de comenzar la docencia con cada alumno, estos profesionales mantienen una reunión inicial con los centros para establecer un plan de trabajo individualizado en coordinación con el colegio o instituto de cabecera. 

Para Carmen, la experiencia de estos meses ha sido muy positiva dado que son clases particulares por lo que se facilita el proceso enseñanza-aprendizaje. “Atiendes más y entiendes mejor todo”, asegura la alumna. No obstante, quiere volver a clase aunque, si todo va bien, recibirá el alta en unos días y es probable que para entonces ya habrá terminado un curso que ha podido seguir sin problemas gracias a este recurso. “Nadie quiere estar en su casa. Es duro para ellos a nivel emocional”, puntualiza Fernando.         

LA PARTE MÁS DURA

Aunque, en ocasiones, tampoco es fácil este tipo de docencia para los profesionales. “Lo más duro es la pérdida de alguno de los niños. Tuve una alumna a la que empecé a darle clase sabiendo ya que era terminal”, rememora. Lo mismo opina su compañero José Carlos: “Es lo más difícil, sin duda. No es lo habitual pero hay algunos niños que tienen enfermedades graves y hemos perdido a varios”.

“Este trabajo no tiene nada que ver con ejercer en un colegio. Tiene una carga emocional más grande porque damos clase a niños enfermos, algunos con enfermedades serias”, añade. Por ello, dice que es fundamental tener una gran vocación para ejercer la docencia en este recurso. De hecho, reconoce que hay compañeros de otras aulas hospitalarias con ingresos más largos que “no aguantan y lo dejan”.

Con todo, los dos profesionales de Cuenca subrayan que hay una parte muy reconfortante en este trabajo dado que se generan unos vínculos más estrechos con el alumnado. “Es muy gratificante ver que el niño se recupera y que supera el curso gracias a nuestra ayuda. Verlos sonreír compensa todo”, concluye José Carlos.