Santa Cruz de Tenerife. Transcurrida una semana desde que se les vio por última vez a Tomás Antonio G.C. y a sus hijas, Olivia y Anna, son muchas las incógnitas y pocas las certezas, al menos que hayan trascendido, de una investigación que discurre en paralelo a la búsqueda de los desaparecidos en el mar.
Desde el principio, el caso fue calificado de alto riesgo por la concurrencia de diversos factores, el más inquietante, las conversaciones telefónicas del padre con su expareja y madre de las niñas, a la que le dijo que jamás volvería a verlas y tampoco a él.
En todo este tiempo, los investigadores insisten machaconamente en que hay varias líneas abiertas y en que se barajan diferentes hipótesis.
Las más recurrentes, el secuestro parental, que es de hecho el delito en el que el juzgado que instruye el caso lo circunscribe, o el homicidio o asesinato de las niñas y el suicidio del padre.
Un amplio despliegue de medios técnicos y humanos peina desde hace una semana la isla de Tenerife por tierra, mar y aire en busca de cualquier pista que permita dar con el paradero de los desaparecidos, y, en paralelo, ayude a reconstruir los últimos movimientos del padre.
Fue en el mar donde se le perdió la vista al padre, que aquella noche, entre el martes y el miércoles de la semana pasada, después de no devolver a las niñas a su madre a la hora acordada, zarpó en su lancha desde la Marina deportiva del puerto de Santa Cruz de Tenerife.