El violento asalto al Capitolio por parte de una turba extremista arengada desde la Casa Blanca y un segundo proceso de ‘impeachment’ al presidente es un final catastrófico incluso para el «caótico» gobierno de Donald Trump.
Lo advertía la especialista en política de EE UU del Real Instituto Elcano, Carolina García Encinas, días antes de las elecciones de noviembre: «Trump ha cuestionado casi todos los preceptos sobre la presidencia y con ello lo que ha conseguido es dañar instituciones y herir al sistema a base de saltarse las normas«.
A pesar de las precipitadas llamadas a la no violencia, la transición se anticipa revuelta. Radicales armados han organizado marchas para rodear edificios gubernamentales a pocas horas de la investidura de Joe Biden, ceremonia a la que Trump ha anunciado que no acudirá.
Sigue encendida la peligrosa llama del enfrentamiento en una sociedad partida en dos mitades, instaladas en realidades paralelas: la de quienes están convencidos de que a Trump el sistema le robó las elecciones y la de quienes están deseando no verle ni un minuto más al frente de la nación. La división social es el principal legado de Trump.
Según reflejaron las elecciones, la fractura social se dibuja con un medio rural favorable a Trump y un entorno urbano que detesta sus maneras. Con una base de hombres blancos sin estudios superiores a favor de las políticas personalistas y «anti establishment» del magnate neoyorquino, contra una comunidad multirracial que protesta la violencia policial, las políticas antiinmigración o el negacionismo del cambio climático.
El muro, a medias
En uno de sus últimos actos como presidente de EE UU, Trump ha visitado esta semana el muro en la frontera con México, una promesa electoral cumplida a medias, donde aprovechó para pedir a Biden que no cambie su política sobre asilo. Sin embargo, el equipo que el nuevo presidente forma con Kamala Harris se ha comprometido a reformarla en los primeros cien días.
La administración Trump ha construido 507 kilómetros en cuatro años del llamado «nuevo sistema de muro fronterizo», pero la gran mayoría (451) son reparaciones de estructuras previas deterioradas. Lo que deja 56 km de nueva construcción en una frontera de 3.142 km de longitud. Biden ha prometido no construir ni un metro más, aunque tampoco retirará lo que hay.
La pandemia y la economía
Es unánime la idea de que el Sars Cov-2 ha supuesto una estocada grave a la política económica proteccionista de Trump y ha tenido un papel fundamental en la derrota en su aspiración a revalidar mandato. El presidente saliente llegó a la Casa Blanca en 2016 prometiendo 25 millones de nuevos contratos, pero la pandemia ha hundido sus estadísticas laborales. De poco han servido en 2020 todos los esfuerzos de laxitud fiscal corporativa aprobados por su gobierno.
La gestión médica de un virus que siempre achacó a China e ignoró durante meses ha sido ampliamente criticada por los científicos y también por la mayoría de los estadounidenses, un país que sufre en estos momentos niveles de récord en fallecimientos por Covid-19, con una media de 4.000 muertes al día.
Crisis nuclear con Irán y guerra comercial con China
La política internacional de Trump ha estado basada en su peculiar manera de entender los intereses de los estadounidenses, y se ha granjeado abundantes enfados de la diplomacia mundial. En concreto abandonó acuerdos como el nuclear, el de París contra el cambio climático, o los económicos de vecindad con México y Canadá. En plena pandemia de coronavirus dejó de financiar a la OMS. Pero también entró en guerra comercial con China, mató a un general iraní con drones a principios de año y ha escalado la tensión con ese país tras perder las elecciones. De hecho, el primer reto que deja a la administración Biden es el de apaciguar la tensión con Irán y dejar claro que EE UU no quiere más guerras en Oriente Medio. Como legado de Trump, como no, está la espectacularización de sus relaciones con Kim Jong Un, líder totalitario de Corea del Norte.
El regalo del Supremo
En EE UU no hay política gubernamental que no pueda revertir el Tribunal Supremo. Esta institución clave siempre ha estado en pugna entre demócratas y republicanos. La muerte de la icónica jueza demócrata Ruth Bader Gingsburg en 2020 ha facilitado a Trump dejar un Supremo con 6 jueces conservadores, contra 3 cercanos al Partido Demócrata. Aunque de poco le haya servido en su última y más reciente demanda contra un supuesto fraude electoral.
Ronda final de indultos
En un giro más de su estilo presidencial personalista, consistente en arrogarse mayor control y poder para despedir a los cargos gubernamentales no afines y blindarse ante acusaciones de mala praxis y corrupción, Trump ha decidido declarar una ronda final de perdones. En su último día de presidente de EE UU, Trump prevé emitir alrededor de unos 100 indultos y conmutaciones de penas, según informa la CNN.
El listado incluye a varios criminales de «cuello blanco» y conocidos raperos. Sin embargo, los disturbios del pasado 6 de enero en el Capitolio y el impeachment han complicado su deseo de perdonarse a sí mismo, a sus hijos y a su abogado personal Rudy Giuliani.
¿Trump, 2024? No con dos ‘impeachments’
Sin embargo, la principal incógnita que deja la caótica salida de Trump de la Casa Blanca es qué sucederá a partir del día 20 en el Partido Republicano y si, a pesar de todo, mantiene el aliento para optar de nuevo a la presidencia en 2024.
El Partido Demócrata ha conseguido aprobar un segundo juicio político (impeachment) al presidente saliente por incitar a la violencia que culminó en el asalto al Capitolio. De prosperar en el Senado, podría dejarle sin opciones de volver a ostentar cargo público alguno.
Pero el elefante rojo (símbolo del partido republicano) sabe que si las últimas elecciones han estado tan reñidas es solo por la importante base de votantes fieles al modo de hacer política de Donald Trump, consistente en saltarse todas las líneas rojas.