El Papa abre un pequeño hueco para las mujeres en el altar: podrán leer y ayudar a dar la comunión

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Las mujeres ya no podrán ser echadas del altar católico. Es un pequeño paso, minúsculo en comparación con las reivindicaciones de millones de mujeres católicas en todo el mundo, pero ya es norma en la Iglesia de Roma: el papa Francisco acaba de ordenar el acceso de las mujeres a dos ministerios que internvienen en las misas: el Lectorado –leer en misa– y el Acólito –apoyo al sacerdote en varias actividades–.

¿Qué significa esto? Que, por primera vez, una mujer podrá ejercer un acto ministerial en la Iglesia, y ejercer desde el altar, y no solo para fregarlo –única actividad para la que estaban autorizadas hasta ahora–. ¿Primer paso antes del diaconado? Tal vez. Los diáconos son aquellas personas que los obispos consagran en el nivel inferior de la jerarquía y pueden administrar el bautismo, bendecir un matrimonio y guardar y distribuir las hostias de la comunión. Es decir, una seria de funciones cercanas a las del sacerdote. ¿Se trata de un paso al secerdocio femenino –como si existe e la iglesia protestante–? Eso, parece, queda todavía muy lejos

De momento, un pequeño avance permitirá, a partir de ahora, que las mujeres puedan leer en la misa, cuidar del servicio del altar, ayudar al sacerdote en la celebración de la misa, distribuir la comunión, exponer el Sacramento o instruir a los fieles que llevan el Misal, la cruz o los cirios. Alguien podría preguntarse, ¿pero eso no se podía hacer ya? Lo cierto es que no y constituye un ejemplo de cuán difíciles son los cambios, por mínimos que sean, en la oxidada estructura eclesiástica.

Ahora, en su Carta Apostólica Spiritus Domini, Francisco modifica el canon 230.1 del Código de Derecho Canónico, que a partir de ahora dirá: «Los laicos que tengan la edad y los dones determinados por decreto de la Conferencia Episcopal podrán ser empleados permanentemente, mediante el rito litúrgico establecido, en los ministerios de lectores y acólitos; sin embargo, tal otorgamiento no les da derecho al sustento ni a la remuneración de la Iglesia».

En su carta, el Papa recuerda cómo algunos carismas, «llamados ministerios porque son reconocidos públicamente e instituidos por la Iglesia, se ponen a disposición de la comunidad y su misión de forma estable». Se trata de ritos litúrgicos no sacramentales, que estaban vetados a las mujeres no consagradas. Ahora, «algunas asambleas del Sínodo de Obispos han señalado la necesidad de profundizar en el tema doctrinalmente, para que responda a la naturaleza de los carismas mencionados y a las exigencias de los tiempos, ofreciendo un apoyo apropiado al papel de la evangelización que pertenece a la comunidad eclesial», explica Bergoglio, que admite que ésta es una petición del Sínodo de la Amazonía.

En una nota enviada al prefecto de Doctrina de la Fe, Luis F. Ladaria, el Papa explica que esta decisión «amplía los horizontes de la misión de la Iglesia, evitando que se encierre en lógicas estériles destinadas sobre todo a reivindicar espacios de poder», y que siga «el horizonte de renovación trazado por el Concilio Vaticano II» para «redescubrir la corresponsabilidad de todos los bautizados en la Iglesia, y de manera especial la misión de los laicos».

Tal y como solicitó el Sínodo de la Amazonía, se buscan «nuevos caminos para la ministerialidad eclesial». «No sólo para la Iglesia Amazónica, sino para toda la Iglesia, en la variedad de situaciones», añade Bergoglio, «es urgente que los ministerios sean promovidos y conferidos a hombres y mujeres”.

«Por estos motivos, he considerado oportuno establecer que se pueden instituir como lectores o acólitos no sólo hombres sino también mujeres», establece el Papa, quien añade que «la decisión de conferir estos cargos, que implican estabilidad, reconocimiento público y un mandato del obispo, también a las mujeres, hace que la participación de todos en la labor de evangelización sea más eficaz en la Iglesia». Aunque todavía quede mucho para la plena igualdad.