Por Álvaro del Castillo
En Puertollano, como en tantas otras ciudades de este país, los patinetes eléctricos han pasado de ser una promesa de movilidad moderna a convertirse en un problema con ruedas. El Ayuntamiento ha anunciado que llevará a pleno una ordenanza para regular su uso. Y eso, si se hace bien, puede ser una gran noticia. Si no… será una más para guardar en el cajón de los papeles inútiles.
Porque aquí no se trata de si los patinetes nos caen bien o mal. Se trata de algo mucho más básico: seguridad, responsabilidad y sentido común.
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La calle no es una pista de slalom
Basta darse una vuelta por cualquier zona de Puertollano para comprobar lo que ya sabemos: patinetes zumbando por las aceras, esquivando abuelos, adelantando por la derecha, cruzando semáforos en rojo con una sonrisa de impunidad y sin casco. Porque claro, para qué van a usar casco si “solo es un patinete”.
Pero lo cierto es que esa despreocupación ya ha costado vidas. Hace apenas unos días, un joven de 20 años fallecía en Huércal de Almería tras ser atropellado mientras circulaba en patinete. No fue ni el primero ni será el último. En todo el país los datos son cada vez más preocupantes: peatones heridos en aceras, conductores que se estrellan por esquivar a un VMP, usuarios que no conocen —ni respetan— el reglamento de circulación.
Y ahora viene la pregunta que aquí importa: ¿qué dirá la ordenanza de Puertollano?
¿Permisiva o restrictiva? Esa es la cuestión
Lo primero que uno se pregunta es si esta futura norma municipal será de las que se hacen para aparentar o de las que realmente se aplican. ¿Se limitarán a decir que los patinetes no pueden ir por las aceras, pero luego nadie vigilará? ¿Pondrán señales y límites o se conformarán con un PDF colgado en la web del ayuntamiento?
Y lo más importante: ¿se exigirá algo de formación o conocimientos a quienes los conducen? Porque no es lo mismo bajarlos de la acera que soltarlos en la calzada sin prepararles para el tráfico. No se puede permitir que circulen como vehículos y se comporten como juguetes.
Tampoco se trata de demonizar. Hay usuarios responsables. Los hay. Pero también hay quienes creen que un patinete es una alfombra mágica que les da derecho a todo. Y esos son un peligro para todos: para los peatones, para los conductores… y para ellos mismos.
Lo que está en juego es más que movilidad
Esto no va solo de patinetes. Va de cómo queremos vivir en nuestra ciudad. Va de si vamos a apostar por una movilidad segura, sostenible y civilizada… o si vamos a seguir con la ley del más rápido.
Porque el debate no es si el patinete es moderno o si contamina menos. El debate es: ¿qué pasa cuando un niño, un mayor o una persona con movilidad reducida tiene que esquivar un cacharro a 25 km/h en plena acera?
¿Y qué ocurre cuando el usuario del patinete termina debajo de un coche porque no conoce una norma básica de circulación?
¿Y si, por evitar atropellarlo, un conductor se sube a la acera y lesiona a un viandante? ¿Quién carga con esa culpa?
Señores del Ayuntamiento, esto no puede salir mal
El Ayuntamiento tiene en sus manos la oportunidad de hacer algo bien. No se trata de castigar. Se trata de proteger.
Una buena ordenanza debe:
- Dejar claro por dónde pueden y no pueden circular estos vehículos.
- Exigir responsabilidades.
- Obligar al uso de casco.
- Estudiar si es necesario exigir un mínimo conocimiento de las normas de circulación.
- Poner señales claras.
- Y sobre todo, hacerla cumplir.
Porque si todo esto no se hace, lo que tendremos no será una ciudad moderna, sino una jungla con ruedas.
Lo de siempre: normas sí, pero sin aplicar, no sirven de nada
No queremos una ciudad en la que el patinete sea el villano. Queremos una ciudad donde el patinete conviva sin convertirse en amenaza.
Pero para eso, hace falta algo más que una ordenanza. Hace falta voluntad política. Hace falta vigilancia. Hace falta pensar más en el peatón que en la foto del pleno.
Y si algún concejal se está preguntando si este tema da votos o los quita, que piense en lo siguiente:
el día que un accidente grave ocurra por falta de regulación, no valdrá decir que no lo vieron venir.
Porque no se trata de demonizar a los patinetes, sino de civilizar su uso.
No se trata de prohibir, sino de ordenar.
Y sobre todo, no se trata de correr… sino de llegar todos, y bien.

