Por Álvaro del Castillo
Esta semana, el mundo despidió a José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay. Un campesino austero, un exguerrillero encarcelado durante 13 años, un político que donaba casi todo su sueldo, y que gobernó su país desde la humildad de una granja y un viejo Volkswagen Escarabajo.
Mujica no era perfecto. Ni pretendía serlo. No todos en su país estuvieron de acuerdo con él, pero pocos pueden negar que fue coherente, honesto y profundamente humano. Desde su presidencia (2010-2015) impulsó leyes tan valientes como la legalización del cannabis, el matrimonio igualitario o el aborto legal.
Y sobre todo, dejó una forma distinta de entender el poder. Más como servicio que como pedestal.
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“El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son en realidad.” – Mujica
Y entonces, mientras miles lloran su pérdida en Latinoamérica, aquí, en España, en Castilla-La Mancha, en Ciudad Real, y en Puertollano… la pregunta se hace urgente:
¿Tenemos políticos que entiendan el poder como Mujica?
Spoiler: cuesta encontrarlos.
El político que vivía como la gente… no en burbujas
Mujica decía que el gran error del político es aislarse de la vida real. Que el poder aísla, que el confort embriaga, y que el político, si no se cuida, acaba gobernando para sus palmeros, no para su pueblo.
Aquí, la mayoría vive en burbujas. Lo vemos todos los días. Políticos que creen que porque los saludan por la calle, ya lo están haciendo bien. Que porque una abuela les da la enhorabuena en el mercado, están tocando el cielo de la popularidad.
Pero ¿y las redes sociales? ¿Y los comentarios críticos? ¿Y el cabreo del ciudadano que paga y paga sin ver retorno?
No, esos “no cuentan”, dicen. “Eso es gente que se queja por sistema”.
Pues no. Ahí está la verdad cruda. Porque en la calle se disimula. En redes, se desahoga. Y gobernar no es alimentar el ego, es escuchar la disidencia, abrazar la crítica, tomar nota del que piensa distinto. Como también decía Mujica:
“Si uno no se enfrenta a los que piensan diferente, jamás se corrige ni se mejora.”
Y es aquí donde falla no solo el alcalde de Puertollano, sino muchos de los que lo rodean. Porque el problema no es que haga las cosas mal —seguramente, tiene más aciertos que errores—. El problema es que no quiere que se lo digan.
Porque cuando alguien lo hace, sigue adelante como si nada, dejando claro que lo suyo es más una corazonada que una escucha real.
Y eso, querido lector, no es liderazgo. Es soberbia de despacho.
Castilla-La Mancha: facturas, impuestos y el silencio institucional
En esta tierra, hablamos más de planes que de resultados. Plan de Empleo, Plan Adelante, Plan Estratégico… pero la gente lo que tiene es un plan de supervivencia.
Mientras, las facturas suben, como la del agua, con el famoso canon ambiental de la Junta, que ha añadido en silencio una media de 6€ más por cada hogar sin explicación clara, sin pedagogía, sin una sola campaña informativa decente. Y aún así, el problema es que no es solo la subida:
es la forma en que lo hacen, sin mirarte a los ojos, sin rendir cuentas.
Mujica jamás habría tolerado una medida así sin salir a explicarla cara a cara.
Aquí, ni el presidente regional, ni la consejera, ni el director de la empresa semiprivatizada que gestiona el agua… nadie da la cara.
Mención también para el gobierno local que aún los ciudadanos están esperando una explicación al cobro mal hecho del recibo del agua… eso nadie da la cara.
“Nos educan para consumir y no para pensar. Y así estamos.” – Mujica
Puertollano: una ciudad sin brújula política común
Y qué decir de Puertollano. Donde lo que debiera unir —como la obra del Paseo del Bosque—, solo ha servido para repartir culpas. Una obra parada más de dos años, por líos, errores, desidia política y burocracia. De unos y de otros.
Y ahora que parece que se reactivará, ya hay dudas sobre la empresa adjudicataria. ¿Dónde estaba el control previo? ¿Y la responsabilidad compartida?
Pero aquí, nadie se libra. Porque la corporación municipal entera parece más un grupo de vecinos peleados por un solar que un equipo comprometido con el bien común.
Y mientras tanto, la comunicación institucional es una broma de mal gusto:
Artículos que no informan, fotografías sin contenido, estrategias vetustas y ejecutadas por gente que no tiene ni idea de cómo se conecta con la ciudadanía.
Y si la ciudadanía no se entera de lo que pasa, entonces ¿para quién gobiernan?
¿Y si nos diera por tener políticos que se parezcan a la gente?
Esta no es solo una reflexión local. España entera vive una crisis de ejemplaridad. Políticos obsesionados con el plató, con la declaración incendiaria, con el tuit viral y con seguir convirtiendo el Congreso en un circo.
Pocos se bajan del coche oficial para preguntar cómo vive quien cobra mil euros y paga 800 en gastos, o cómo hace un autónomo que entre IRPF, costes de empresa, Seguridad Social y demás le queda un 20% de lo que cobra a un cliente.
Mujica lo decía claro:
“El hombre moderno ha caído en una trampa: trabaja para poder consumir, y consume para poder justificar su trabajo. Así vive, sin libertad.”
¿Cuántos políticos viven sin libertad? ¿Y cuántos han vendido la suya a cambio de una nómina?
Reflexión final: Mujica se ha ido, pero el espejo sigue ahí
Pepe Mujica ha muerto. Lo enterraron en Montevideo. Pero su huella es internacional.
No por ser perfecto. No por ser infalible. Sino por atreverse a vivir de acuerdo a lo que decía.
Y esa es la gran diferencia. Porque aquí, lo que se dice y lo que se hace va por canales distintos.
Que su muerte nos sirva de espejo. Para que cada alcalde, cada concejal, cada presidente, se pregunte al menos una vez al mes:
¿Estoy aquí para servir o para que me sirvan?
¿Tengo el valor de escuchar al que me critica o prefiero rodearme de los que me aplauden?
¿Estoy gobernando para la gente o para mantenerme?
Porque como dijo Mujica, y con esto termino:
“Los únicos derrotados en la vida son los que dejan de luchar.” – José Mujica