📢Artículo de Opinión: España progre frente España rural. La caza es fundamental.

La ideología progresista, que enarbola este gobierno en funciones, tiene un enemigo difuminado que hay que identificar, y se trata de la España rural.

Sí, hablo de esa España rural dura que labra la tierra, cuida el ganado, bebe el vino de la tierra o caza los domingos con los amigos.

Esa España representa un enemigo a extirpar de la conciencia colectiva española que pretende el progresismo moderno. El progresismo ve en esta España rural todo lo que odia: sentimiento comunitario, familias unidas en torno a una comida, mujeres y hombres preparando caldereta, hombres de matanza, fiestas religiosas.

En el ámbito rural se percibe al individuo como miembro de un conjunto, de un todo orgánico, y este lazo social es pródigo en solidaridades fundadas en el parentesco o la vecindad. El progresismo, en cambio, es individualista, y considera que la legitimidad de las sociedades reposa sobre un individuo abstracto, separado de sus vínculos.

Hemos podido ver estos años de gobierno social-comunista, una serie de normativas que no solo dificultan los usos y el medio de vida de la España rural, sino que los criminalizan, demonizan y prácticamente expulsan de sus tierras a sus habitantes.

La apelación a que la sequia es culpa de los agricultores, que los ganaderos son maltratadores que contribuyen al cambio climático, la burocracia verde que impide la rentabilidad de explotaciones agrarias o la gestión del medio natural, la subida de costes que les hace imposible mantener su medio de vida, la prohibición de la caza en los entornos de los parques nacionales, la ley animalista que contrapone derechos de los animales a los del ser humano con equidistancia, y criminaliza al hombre que use animales como medio de vida o trabajo.

La caza, evidentemente, es vista por ese mundo progre como un crimen atroz. El ámbito cinegético forma parte del corazón de la España rural, además de ser un dinamizador económico rural, una necesidad para el control de las poblaciones y un fundamento para la conservación de un medio ambiente antrópico como el europeo. La gente arraigada en los pueblos y comarcas de España entiende la caza como parte indisoluble de su ceremonial social. La única manera de que se conserve la riqueza ecológica de nuestros campos es fomentando y respetando la esencia de los usos que han hecho convivir al ser humano con el medio desde hace miles de años.

Ecologistas urbanitas y desarraigados, desconocedores absolutos de la realidad de la España rural, no pueden imponer un modelo de visión totalitaria a aquellos que llevan disfrutando de la caza y de las tradiciones rurales desde tiempo inmemorial y en equilibrio con el medio. El desprecio hacia el saber popular y la tradición, basándose en frías estadísticas y teorías vanas, no hace más que perjudicar al campo y tratar de borrar de un plumazo un saber latente transmitido de padres a hijos.

Ortega y Gasset decía que “La caza torna paleolítico al hombre civilizado y le procura unas vacaciones de humanidad”. Ortega circunscribe en esta frase la idea progresista e ilustrada de que lo rural representa lo atrasado, lo negativo, lo bárbaro, lo incivil. Miguel Delibes, un enamorado de la caza, compartía este sentimiento, pero viéndolo como algo positivo, es decir un baño de primitivismo en el que se sale al campo a competir, a comprobar si sus reflejos, sus músculos y sus nervios están a punto. Para Delibes en la caza confluyen sentimientos de confrontación, inteligencia y resistencia física. El hombre al volver a su medio natural vuelve a disfrutar de sensaciones que estimulan sus sentimientos de arraigo y naturaleza original.

Delibes, en un pasaje, de “Diario de un Cazador” describe el sentimiento del cazador previamente al comienzo de la media veda cuando hablando de cómo había criado la codorniz ese año y si había habido mala cría dice: “Cuando oigo decir estas cosas me entra frío por la espalda. Desde marzo no he disparado un tiro. ¡Desde marzo, Señor! ¡Se dice pronto!”.

Ese frío por la espalda que describe Delibes es el que siente la España rural cuando España “humanitarista”, socializante, híbrida, pacifista, woke, y pedagógica de Pedro Sánchez (PSOE) suprime la caza en entornos como Cabañeros (Ciudad Real), ataca o acaba con los toros en pueblos o regiones, o dice que el vino es una droga.

El progresismo y la modernidad aborrecen esta España rural, pero puede que todas las teorías nacidas en el seno de esa modernidad y la ruina que están conllevando, nos hagan nuevamente volver la mirada al campo, y replantearnos si estamos en lo correcto despreciando este patrimonio natural y social. Ese saber popular de nuestros pueblos y aldeas rurales que en otras épocas históricas ha sido refugio ante el cataclismo de Occidente.

Ricardo Chamorro

Ricardo Chamorro
Teniente Alcalde de Ciudad Real
Diputado Nacional de VOX por Ciudad Real

Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de este Multimedio.

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